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Los enigmas del 11M

El resultado de las catalanas

Comencemos con un par de obviedades. El resultado de las elecciones catalanas ha seguido, con matices, el guión de las encuestas. Se preveía un aumento de CIU, aunque Artur Mas se ha quedado a más escaños de la mayoría absoluta de lo que en general se vaticinaba. Se preveía también la caída del PSC y sus socios del tripartito, aunque al final esa caída ha sido mayor de lo anunciado. Las encuestas predecían también el mantenimiento de Ciudadanos y la posible entrada de Laporta en el Parlamento, que al final ha tenido lugar.

En lo que las encuestas han fallado clamorosamente es a la hora de predecir los resultados del Partido Popular, que consigue una excelente cosecha de escaños. Por primera vez desde la instauración de la democracia, los votantes no nacionalistas superan la barrera de los 20 diputados autonómicos (18 del PP, 3 de Ciudadanos), batiendo la marca que en 1980 consiguieran la UCD (18 diputados) y el PSA (2). El PP se coloca, además, como tercera fuerza política, superando a ERC con holgura, lo cual tiene su importancia psicológica: "Señor Puigcercós, el PP representa a muchos más catalanes que usted".

Vamos ahora al análisis. Estos resultados tienen dos lecturas posibles: una nacional, de carácter estratégico, y otra más táctica.

Desde el punto de vista estratégico, entramos en una fase de consolidación de lo "avanzado" durante estos seis años de zapaterismo. Lo de Cataluña era una turnancia necesaria y anunciada, mediante la cual CIU profundizará ahora, de forma más tranquila, en las imposiciones nacionalistas en el terreno lingüístico y social, al mismo tiempo que aprieta el acelerador en las reivindicaciones de carácter económico. Se trata de consolidar el Estatut, después del apaño de sentencia del Tribunal Constitucional.

Esa nueva vuelta de tuerca confederal se producirá, además, en un contexto en el que el PP buscará el acercamiento a los convergentes, con lo que no cabe esperar que actúe de freno de ninguna reivindicación: el PP juega a necesitar a CIU para gobernar en Madrid, mientras que los convergentes, desde el punto de vista de la aritmética parlamentaria, no necesitan a los populares para gobernar en Cataluña.

Malos resultados, por tanto, para la Nación en el corto y medio plazo, a pesar del avance en el número de votos de los no nacionalistas. Los resultados de Ciudadanos, siendo buenos (hace sólo un año, al partido se le daba por difunto), no son suficientes para frenar la tendencia pactista del PP, que "venderá" los resultados de Cataluña como una confirmación de que la estrategia arriolista de Rajoy es la correcta.

Desde el punto de vista táctico, sin embargo, se plantea un escenario mucho más complejo e interesante. El desastre del PSC es de tal magnitud, que las tensiones internas en el PSOE se van a intensificar hasta extremos insospechados. El "efecto Rubalcaba" no existe más que en la imaginación de algunos, por lo que se ha visto en Cataluña. Y los alcaldes y presidentes autonómicos socialistas se enfrentan a una catastrófica pérdida de poder territorial, arrastrados por un Zapatero que lleva ya tras de sí, de forma permanente, la marca de la derrota.

De modo que los intereses personales en juego (y la propia estabilidad del sistema) obligan a hacer algún movimiento que evite la toma total del poder autonómico y local por parte de los populares. Y aquí viene el problema: los movimientos posibles para evitar esa "barrida popular" son muy limitados.

Para entender por qué, volvamos a Cataluña y hagamos un sencillo cálculo aritmético: sumen ustedes los votos de Ciudadanos, de Laporta, de Reagrupament y de Plataforma por Cataluña y se encontrarán con que hay ya un 10% de electores que se han situado extramuros del sistema de turnancia. Es decir, el cambio de gobierno en Cataluña sólo ha podido llevarse a cabo a costa de un desgaste notable del conjunto de los partidos tradicionales, lo que abre peligrosamente la puerta a la aparición y consolidación de nuevos partidos que no forman parte del club. La extrema derecha catalanista, por ejemplo, se ha quedado a sólo 15.000 votos de superar en Barcelona la barrera del 3% y entrar en el parlamento con dos diputados, lo cual augura unas elecciones municipales muy movidas en aquella comunidad autónoma.

Si trasladan ustedes esas consideraciones al ámbito nacional, entenderán perfectamente cuál es el problema de carácter táctico: cualquier intento de evitar que el Partido Popular rentabilice de modo completo la debacle socialista en las municipales y autonómicas (o cualquier intento por equilibrar la balanza de cara a las generales, con el fin de impedir una victoria por mayoría absoluta del PP) conduce, indefectiblemente, a una fuga de votos hacia fuera del sistema.

Así, por ejemplo, si se recurriera a la guerra de dosieres para tratar de atenuar la subida del PP en las autonómicas o en las generales, esos votos restados a los populares ya no se refugiarían necesariamente en la abstención, porque los electores comienzan ya a optar, en un porcentaje nada despreciable, por el voto alternativo, con los peligros correspondientes.

El sistema de turnancia (con su hoja de ruta confederal) tiene todavía margen de maniobra, como se ha demostrado en Cataluña, pero ese margen es ya muy escaso. Y se irá estrechando cada vez más a medida que las consecuencias de la crisis económica se intensifiquen, cosa que sucederá en los próximos meses. Si estuviéramos hablando de ajedrez, diríamos que estamos ante un caso típico de "zugzwang": se llama así a aquellas situaciones en las que todas las jugadas que tiene a su disposición el jugador al que le toca mover son malas.

Nos espera, por tanto, un panorama político de lo más interesante.

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