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Miguel del Pino

Energía vendo y para mí no tengo

De pronto me despertó por completo una increíble declaración del presidente del Gobierno: vamos a ser exportadores de energías verdes.

De pronto me despertó por completo una increíble declaración del presidente del Gobierno: vamos a ser exportadores de energías verdes.
Instalaciones de energía solar y eólica. | EnerHi

Dormitaba yo intentando llegar consciente al tramo final de una larguísima alocución televisiva del presidente del Gobierno, en realidad un amenazador manifiesto comunista, cuando de pronto me despertó por completo una increíble declaración: vamos a ser exportadores de energías verdes. "Energías vendo y para mí no tengo".

He llegado a pensar que se tratara de una alucinación producida por la "soñera" que me estaba causando la monotonía de la oratoria presidencial, pero parece que no fue así. ¿Ustedes también lo escucharon?

Confiar el bienestar y el futuro de los ciudadanos solo en las llamadas "energías verdes" es un experimento ya realizado nada menos que por Alemania, por supuesto antes de la invasión rusa a Ucrania. Ahora nos apresuramos al conocido "Donde dije digo, digo Diego". Para energías verdes, el gas y la nuclear. Ya es demasiado tarde.

Es demasiado grande sobre todo si nos empecinamos en seguir prohibiendo cualquier método de emergencia para tratar de obtener unas migajas energéticas. El ecologismo radical lo prohíbe todo menos lo utópico: las energías que se llaman eufemísticamente "verdes" son un interesantísimo objetivo de futuro, pero solamente un complemento de presente.

El llamado "ecologismo nuclear" despliega su pancarta publicitaria en toda Europa; no se trata de revivir las centrales de primera y segunda generación con sus clásicos problemas, fundamentalmente el de generación de residuos, sino de apostar por una nueva forma de procesamiento del combustible radiactivo por pequeñas centrales más seguras y capaces de auto-reciclar dichos subproductos: muy esperanzador pero prácticamente en mantillas en el momento actual.

Que nadie piense que sería posible sustituir las centrales nucleares españolas que en estos momentos experimentan el proceso de cierre por otras ultramodernas de tipo "mini" que generaran de manera inmediata la energía que vamos a dejar de producir; habría un paréntesis en el que, de manera inexorable, tendríamos que prescindir de una parte significativa de nuestro mix energético.

Si por añadidura prohibimos todas las prácticas industriales derivadas de la explotación de combustibles fósiles, desde las centrales de carbón hasta la extracción de gas a partir de restos de hidrocarburos solidificados ¿nos fiaremos solo de las llamadas "energías renovables"? ¿Estamos ya preparados para vivir en "mundo VAS" (Viento, Agua y Sol)?

Si no queremos renunciar a vivir en el mundo de la civilización que ha proporcionado a la humanidad el mayor bienestar de su historia ¿qué tipo de energía debemos potenciar para seguir disfrutando de tal caudal de beneficios?

Si nos preguntáramos cual es la energía por la que un país como el nuestro debería optar de manera dominante la respuesta es tan sencilla como universal: de todas ellas, sin prescindir de ninguna, al menos por el momento: No podemos prescindir de ninguna y hay que saber equilibrar el "mix energético" en función de las circunstancias.

Para terminar con utopías, sueños, niñas sin escolarizar utilizadas para vergüenza de supuestos científicos, legos en ecología pontificando y otros similares componentes del esperpento ecologista, solo faltaba la llegada del tercer jinete del Apocalipsis y este no se ha hecho esperar: la guerra.

Da verdadero miedo pensar que las amenazas sobre el llamado "cambio climático" hayan sido parte de un plan, preestablecido y ambicioso que haya tenido la intencionalidad de "desplumar energéticamente" a los países incautos que se creyeron las predicciones y prohibiendo y prohibiendo, se convirtieron en inválidos energéticos.

Alguno de estos "pardillos" hemos sido nosotros y nuestros vecinos italianos que brindamos al sol o cantamos "Oh sole mío" respectivamente. No fuimos nosotros, sino nuestros políticos, como tampoco fueron los alemanes quienes cerraron el grifo energético, pero todos estamos a punto de pagar las consecuencias.

Los incautos que no hemos previsto las consecuencias del "desarme energético" podíamos imaginar que un día se cerraran las espitas del complejo sistema de tuberías que nos surte, ¿o debemos decir surtía? del gas salvador. Pero ha llegado la guerra y todo el castillo de naipes se desmorona. Sálvese el que pueda.

Si agravamos la situación provocando enemistades, inexplicadas e inexplicables, con nuestros suministradores quedamos condenados a la indigencia energética, que es como decir a la pérdida de la independencia y de la libertad, menos mal que según el presidente del Gobierno español somos tan ricos en energías renovables que vamos a ser capaces de exportarlas, si lo que yo escuché en televisión no ha formado parte de una pesadilla.

Decían los filósofos que no merece la pena discutir con quien miente ni tratar de rebatir con razonamientos las declaraciones carentes de sustancia, "vengan de donde vengan". Ante algo que falta a la verdad hay que limitarse a contestar de manera firme: "Eso es mentira". Pues bien señor presidente: España no está en condiciones de exportar energía, y si revendemos la que estamos recibiendo, el disparate es aún mayor. España no va a exportar energías renovables ni de cualquier otro tipo, porque somos lamentablemente deficitarios..

Algunos viejos hidalgos españoles de siglos pasados se dice que espolvoreaban sus barbas con migas de pan para que sus vecinos no pensaran que no habían comido: al menos lo que motivaba su triste conducta era la obsesión por mantener la dignidad de su existencia; una conducta muy diferente del farol del trilero que dice tener lo que no tiene. El refranero contempla esta situación: "Dime de qué presumes (en este caso de energía sobrante) y te diré de qué careces".

Finalmente me desperté y lo vi todo energéticamente más negro que el viejo carbón de hulla de las cocinas económicas de nuestros abuelos.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales

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