Menú
Miguel del Pino

Frank Cuesta: match ball a las mafias del tráfico de especies

Frank siempre ha luchado por la libertad de Yuyee y demostrar que son víctimas de una trama de venganza ideada por traficantes de especies protegidas.

Frank siempre ha luchado por la libertad de Yuyee y demostrar que son víctimas de una trama de venganza ideada por traficantes de especies protegidas.
Frank Cuesta y Yuyee | Archivo

Esta semana nos llega la gran noticia de la liberación de Yuyee Intusmith, exesposa del naturalista y divulgador Frank Cuesta, que llevaba seis años confinada en una prisión tailandesa, imaginamos que nauseabunda, mientras Frank realizaba los más tremendos esfuerzos no sólo para conseguir su liberación sino también para tratar de que no le faltara alimentación diaria.

El entusiasta y atlético Frank siempre ha confiado en conseguir la libertad de Yuyee y en probar que ambos han sido víctimas de una oscura trama de venganza ideada por miembros de las redes de traficantes de especies animales protegidas, contra las que el naturalista y sus organizaciones llevan años enfrentándose con algo que nos produce verdadera admiración: valor y tenacidad.

Es Frank experto tenista que se presenta ante las cámaras con esa imagen atlética e impecablemente blanca, y con gorra inmaculada que realmente cautiva a los jóvenes y los convoca a alistarse en las filas de los defensores de la naturaleza; Félix Rodríguez de la Fuente les animaba a hacer lo que entonces se llamaba “gimnasia sueca”, en ese caso con camiseta de tirantes y pantalón blanco.

En mis tiempos televisivos se imponía la imagen juvenil anárquica y ligada más a la bicicleta que al tenis, quizá a causa del éxito del gran Mercero y su Verano azul. Los tiempos cambian, los buenos chicos son siempre los mismos, las chicas han tardado más en incorporarse a la defensa activa de la naturaleza, pero también lo han hecho, claro que sí. Como me dijo Félix el día que tuve el honor de conocerle “todos somos necesarios para una labor gigantesca e inabarcable”.

Volvamos a Frank de la Jungla, que es su afortunado apodo televisivo; imagino que con Yuyye en prisión y las amenazas que pesaban sobre ella durante los seis años de su calvario, incluida la del hambre, se ha debido de sentir coaccionado al declarar lo que realmente había ocurrido. Ahora, en un verdadero “match ball” contra los delincuentes ambientales y mafiosos, podrá hablar con más libertad, porque valor no sólo se le supone sino que lo tiene bien demostrado.

Redes mafiosas y criminales

Vamos a decirlo una vez más porque resulta difícil de creer para quienes no son expertos en temas de defensa ambiental: el tráfico ilegal de especies protegidas alcanza un enorme monto económico comparable al que obtienen los traficantes de drogas y de armas.

Ante el gigantesco volumen dinerario que ha dado en llamarse “oro verde”, los criminales contra la naturaleza esclavizan, extorsionan y matan, y para enfrentarse a sus redes hace falta un valor espartano y una resistencia moral encomiable: la defensa de la naturaleza ya cuenta con mártires en sus filas, como Chico Mendes, asesinado en Brasil por los caucheros ilegales cuando trataba de defender los últimos bosques vírgenes y a sus moradores indígenas.

No debemos subestimar desde nuestra tranquila sociedad europea el mérito de quienes luchan contra el tráfico en los países tropicales y subtropicales en que los cazadores furtivos y los comerciantes del “oro verde”, muchas veces manchado de sangre, operan y se enriquecen; estos naturalistas actúan en el ojo del huracán, se juegan la vida, y suelen contar con muy pocos medios.

Las causas y algunos ejemplos

El flujo de muerte de animales, muchas veces raros y supuestamente protegidos, tiene su origen en razones tan variadas como absurdas; algunas de las más importantes son el fomento del tráfico de mascotas inadecuadas, la fabricación de recuerdos con los restos del animal o de la planta protegidos, y lo que es peor, la superstición, como la obtención de despojos, por los que se pagan verdaderas fortunas para fabricar las siniestras pócimas a las que en la llamada medicina tradicional china se atribuyen verdaderos prodigios.

La superstición es posiblemente la más grave de estas tropelías contra la naturaleza y son múltiples los ejemplos de víctimas que viene provocando, no sólo entre los animales sino también entre los humanos, como muchos infelices cazadores furtivos que se juegan la vida matando tigres, rinocerontes u osos para obtener pieles, cuernos o bilis, sin llegar a comprender las razones por las que matan y mueren a manos de los vigilantes de los parques, cuando simplemente tratan de salir de la miseria.

Los reptiles, que son la especialidad de Frank Cuesta, pagan un fuerte tributo de capturas con destino a un absurdo comercio de mascotas inadecuadas: la irrupción de multitud de especies de este grupo, y también de aves, insectos y toda criatura viviente, en el mundo del contrabando de seres vivos, ha dado lugar a problemas muy graves como la liberación en los países de destino donde causan daños a veces irreparables en su condición de especies invasoras.

El ejemplo del mantenimiento en cautividad de los osos asiáticos conocidos como osos de luna a causa del dibujo blanco en forma de uve que lucen en su región pectoral, es especialmente siniestro, ya que enjaulados o encadenados sufren extracciones periódicas de bilis hasta que terminan por sucumbir: a esta secreción hepática se atribuyen en muchas zonas de Asia tropical poderes curativos prácticamente ilimitados.

Es de sobra conocido el caso de la presión que sufren los rinocerontes a causa del supuesto poder afrodisiaco de sus cuernos, que no están formados por hueso, sino por una materia parecida al pelo trenzado. Por la posesión del polvillo derivado de la trituración de este despojo, se asesina y se muere, según quien tome la iniciativa en el absurdo círculo basado en una creencia de origen medieval, que el insigne escritor Juan Eslava Galán relató magistralmente en su novela En busca del unicornio, con la que obtuvo el Premio Planeta y que recomendamos como antídoto contra el despropósito.

Mientras el llamado Convenio de Washington, conocido entre los naturalistas como CITES trata, por cierto con éxito, de luchar oficialmente contra al tráfico de seres vivos en peligro de extinción, algunas organizaciones y las personas que las forman trabajan, literalmente como héroes, en los peligrosos y remotos lugares donde este triste comercio prolifera. Bienvenido Frank Cuesta a casa, donde se merece un buen descanso como acaba de anunciar, aunque veremos si lo cumple.

Temas

En Tecnociencia

    0
    comentarios