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Miguel del Pino

Los gemelos de la selva

Tan sólo quedan 800 ejemplares del orangután de Tapamuli, una especie desconocida hasta el año 1997.

Tan sólo quedan 800 ejemplares del orangután de Tapamuli, una especie desconocida hasta el año 1997.
Orangután tapanuli. | Cordon Press

Mientras seguimos fantaseando con el mito del Yeti, el hombre de las nieves del Himalaya, o mientras nuestra imaginación diseña las más extrañas criaturas extraterrestres, parece increíble que hasta el año 1997 haya permanecido ignorado por la Ciencia uno de nuestros parientes más próximos en la escala animal: hablamos del Orangután de Tapamuli, habitante de las selvas del norte de Indonesia, en la región llamada Batang Toru.

Hasta que en fecha tan reciente una expedición científica detectó lo que era una nueva especie de gran primate, sólo conocíamos dos del género Pongo, es decir, de orangutanes: el Orangután de Sumatra (Pongo pygmaeus) y el de Borneo (Pongo abelii). La tercera especie recibió el nombre científico de Pongo tapamuliensis.

Digamos, como curiosidad científica, que a pesar de compartir como patria la isla de Sumatra, el nuevo orangután se parece más genéticamente al de Borneo, y que su diferenciación como especie diferente del clásico de Sumatra se ha debido al hecho de que sus poblaciones quedaron aisladas por un lago infranqueable para ellas: de esta forma funciona muchas veces la evolución de las especies.

No se sabe mucho de nuestro reciente pariente, pero el interés que ha suscitado su descubrimiento se ha traducido en nuevas expediciones a su territorio, que está formado por unos reducidos enclaves boscosos de la zona norte de la isla de Sumatra: se trata de manchas aisladas en medio de una selva, hasta ahora impenetrable pero cada vez en mayor peligro de deforestación.

En cuanto a la responsabilidad del ser humano en el peligro de extinción que afecta en la actualidad a los grandes simios, digamos que el holotipo del Pongo tupaniensis, es decir el ejemplar que permitió su descripción y por tanto su descubrimiento, fue el esqueleto de un macho adulto abatido por los nativos, a los que jamás hubiera podido causar daño.

Como la especie anteriormente conocida en Sumatra, el nuevo simio es muy arborícola; el orangután de Borneo baja más al suelo, pero el tapamuliensis apenas lo hace, y en pleno arbolado desarrolla su actividad y saca adelante a sus encantadoras crías.

Los pequeños gemelos

No es nada fácil criar a un bebé primate en medio de los peligros de caída que implican constantemente los desplazamientos por las ramas, por ello ha causado asombro la fotografía, recientemente obtenida, de una hembra de esta especie acunando dos gemelos con tanta habilidad como ternura.

Las hembras de los primates arborícolas están adaptadas para la compleja crianza de sus pequeños en el mundo en tres dimensiones de las ramas de la selva: sus glándulas mamarias pectorales, característica heredada por los humanos, permiten amamantar sin soltar al lactante, al tiempo que sus desarrollados instintos maternales y su destreza en la braquiación por las copas del arbolado consiguen evitar la caída de la cría, pero de todas formas, criar gemelos parece una labor verdaderamente heroica.

Se espera que esta imagen, destinada a convertirse en icono, o en viral, como ahora se dice, contribuya a movilizar a la opinión pública sobre el peligro de extinción que acecha en estos momentos a la especie, que, como no podía ser otra forma, está causada por su remoto pariente: el hombre.

El Presidente de Indonesia está recibiendo estos días miles de cartas procedentes de diversos países en las que le hacen una angustiosa llamada a la conservación del Orangután de Tapamuli: sólo quedan unos 800 ejemplares vivientes, lo que coloca a la especie en riesgo de extinguirse tan sólo un par de décadas después de haber sido descubierta: el hombre tiene en su historial numerosos ejemplos en este sentido.

En esta ocasión el factor que puede desencadenar la extinción es la construcción de una central hidroelécrica en pleno corazón de los reductos selváticos en los que viven los orangutanes; hasta el momento era la deforestación, especialmente para plantar palma el principal enemigo, el problema actual parece todavía más poderoso.

Se dirá que aquellos remotos países tienen, como los nuestros, derecho a desarrollarse, lo cual es cierto, pero también lo es que el desarrollismo salvaje sin el menor respeto a la naturaleza casi siempre se vuelve contra quienes lo practican.

Sin salir de Indonesia, el todavía reciente maremoto que asoló de manera letal las costas seguramente no habría causado tantas víctimas si se hubiera respetado el ecosistema de manglar: un colchón entre el mar y la población talado masivamente para practicar el peligroso urbanismo turístico de costa.

Son muchas las razones, y no sólo las de carácter científico las que mueven a clamar por la conservación del nuevo "hombre de los bosques", que es lo que significa en lenguaje nativo Orang Utha; tenemos todavía mucho que aprender del comportamiento y la fisiología de los animales más próximos a nosotros, pero también podemos dejarnos conmover por la mirada y el comportamiento maternal de los pacíficos orangutanes.

Seguramente no estamos a tiempo de conseguir una población de orangutanes de Tapamuli capaz de reproducirse en condiciones controladas, por lo que la situación resulta especialmente crítica. En los zoológicos actuales se desarrollan programas de conservación y reproducción de las dos especies clásicas de orangutanes bastante esperanzadores, y afortunadamente ya no se ven orangutanes en las pistas de los Circos ni se mantienen encerrados en prisiones inadecuadas.

Madrid participa en un programa de conservación de la especie de Sumatra, y el pequeño, pero interesante, Zoo de Santillana del Mar se ha apuntado notables éxitos en la crianza de la especie de Borneo.

Es necesario convencer al Presidente de Indonesia para que se implique en la defensa de los reductos selváticos de Tapamuli, aunque seguramente no bastarán los mensajes, sino también la participación de los países desarrollados en programas económicos de ayuda. La Ciencia y la sensibilidad lo necesitan.

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