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Pablo Molina

¿Contra quién votamos este domingo?

¿A quién votar? Pues, naturalmente, al partido que más puede perjudicar al candidato que no queremos ver bajo ningún concepto en la Presidencia del Gobierno.

¿A quién votar? Pues, naturalmente, al partido que más puede perjudicar al candidato que no queremos ver bajo ningún concepto en la Presidencia del Gobierno.
Pablo Iglesias | EFE

Dice Gustavo Bueno que se piensa siempre contra algo o alguien, en el sentido de que cualquier elaboración teórica de fuste ha de tener como fin, necesariamente, desmontar una falacia previa. Algo parecido sucede con los procesos electorales cuando el voto está atomizado y son varios los partidos con posibilidad de alcanzar el poder.

Cuando estábamos en el bipartidismo, además de vivir mucho mejor (dónde va a parar), nos podíamos permitir votar al partido que, mal que bien, considerábamos más idóneo a nuestros intereses. PP y PSOE iban turnándose al frente de los principales centros de poder del país excepto en Andalucía, nuestro hecho diferencial, donde el PSOE seguirá gobernando un par de siglos más tirando por bajo.

En las campañas electorales en las que sólo había dos posiblidades de Gobierno la decisión era muy sencilla, pues consistía únicamente en votar al partido de siempre o irse ese domingo a la playa, como hacían los votantes socialistas cuando la corrupción de su partido o el desastre de la economía aconsejaban una prudente retirada. O votar a los tuyos o la abstención. Más sencillo, imposible.

Sin embargo, este domingo, como ocurrió el pasado 20 de diciembre, el panorama es completamente distinto. En estos momentos hay tres posibles presidentes del Gobierno y otro candidato de cuya decisión puede depender en gran parte quién se instala en La Moncloa. Rajoy, Sánchez e Iglesias se disputan la posibilidad de formar Gobierno y Rivera se confirmará como la figura central sobre la que va a pivotar el único Ejecutivo que podría poner freno al delirio podemita.

Así pues, ¿a quién votar? Pues, naturalmente, al partido que más puede perjudicar al candidato que no queremos ver bajo ningún concepto en la Presidencia del Gobierno. Los cuatro partidos son a priori excluyentes, pero las posibles combinaciones parlamentarias aclaran el panorama. Se trata de elegir al candidato más deleznable y preguntarse cómo evitar que llegue a gobernar. Planteado así, es mucho más fácil decidir cuál es el voto útil de verdad.

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