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Pablo Planas

Carme Forcadell y la baba catalana

Las previsiones de la ANC parecen tan improbables como lo era que Mas fuera a montar la que ha liado y así estamos ahora, con la saliva en un bote

Ya están tardando en proponer el nombre de una plaza para Carme Forcadell, musa del golpe de Estado de la "Assemblea", la vanguardia del proceso separatista. La Marianne de la República catalana del 23 de abril levita por los platós de las televisiones catalanas en medio de muestras de solidaridad, respeto y adhesión. Todo son agasajos y lisonjas, mimos, una ensalivada general para dar cobertura a paranoias del tipo el CNI me mira el correo y me quieren ilegalizar. Pura heroína en vena. Forcadell es de la casta de los intocables; es sagrada, la suma de todas las virtudes, el derecho a decidir hecho carne, una diosa, el glamour en las reuniones de los lingüístas del régimen de la inmersión.

Con ese rasero, el golpe de Estado de la ANC, la invasión, toma o control del aeropuerto de El Prat es en Cataluña una agresión de "Madrit", la típica meada fuera del tiesto de la prensa cavernícola, que ha sacado las cosas de contexto y de quicio, como cuando Carod se reunió con Ternera en Perpiñán. La tal ANC es la expresión más evolucionada de lo que se entiende por "sociedad civil" en Barcelona, una plataforma "cívica", los voluntarios olímpicos del orden público para el "Independent day". Si ya lo tienen hasta programado.

Una versión menos dulficada de la Asamblea sostiene que estamos ante un pollo teñido que se ha convertido en un tiranosaurio a base de alpiste público. Aquí da lo mismo determinar qué fue primero, si el huevo o la gallina. La cuestión es que Mas está en la boca del tigre, que es esa asamblea chavista que prevé comités de barrio y directorios temporales. Así han empezado todas las bromas de la historia que se conocen como dictaduras, con gente prometiendo respetar los derechos de todo el mundo. Lo del atlas genético catalán puede sonar a chunga. Tres biólogos recolectando la baba catalana para concluir que ya había un Mas de raza catalana rondando por Barcelona en 1300. Vale, un síntoma menor en un ambiente viciado. Ahora bien, que Forcadell interrumpa en la pantalla para prometer que los que voten 'no' también vivirán mejor en el Estado catalán es suficiente para acojonar a los espíritus más templados. Eso ha dicho, que hasta los no adictos al futuro régimen disfrutaran del control de las infraestructuras que ejercerán las autoridades competentes en ese momento. ¡Qué alivio! Es como para sentirse un norcoreano de primera.

El chiste está en que las previsiones de la ANC, la cursilada esa de los "escenarios", parecen tan improbables como lo era que un tipo como Mas fuera a montar la que ha liado y así estamos ahora, con la saliva en un bote por si acaso. Afirman que está aumentado el número de "voluntarios" desde que se ha sabido lo del 23-A, eso de que los errores de visión madrileña engordan al monstruo. Sí, Madrid y el efecto camisa nueva y cara al sol que más calienta, que en Cataluña es el que irradia Forcadell, el del pendón de Santa Eulalia del Tricentenario.

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