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Casado, ¿el acabado?

Mucho tendrá que cambiar Pablo Casado para superar el quebranto de su crédito político.

Mucho tendrá que cambiar Pablo Casado para superar el quebranto de su crédito político.
Pabo Casado, en un acto en Palencia. | EFE

Generó grandes esperanzas en un partido desconcertado por la aceptación de los hechos consumados de un Rajoy que convirtió la economía en el centro de gravedad de su política, asumiendo las ideas sobre la vida y la convivencia de una izquierda intolerante, desde la violencia de género a la memoria histórica, pasando por la educación. Llegó prometiendo el rearme moral del centro-derecha, la asunción del ideario liberal-conservador y el cambio de los modos y maneras de un PP que arrojó a los democristianos y a los liberales al foso de los leones. Y le creímos. Y nos cayó simpático. Frente a la prisaica y tenebrosa Soraya, se apoyó en María Dolores de Cospedal y ganó un congreso pese a las maniobras oscuras y las guarrerías.

Intuyo dos rasgos vertebrales en su trayectoria: ser un aupado (se afilió en 2004 y al año siguiente ya era presidente de Nuevas Generaciones de Madrid, y de ahí ascensión absoluta hasta 2018, fecha en que ganó las elecciones primarias del PP y, ojo, fecha en que estableció contacto con el Foro de Davos) y ser un acelerado, que ha ido dando muestras de que no tiene claro lo que quiere hacer (¿para hacer qué?, dijo su impulsor, José María Aznar), por lo que toma decisiones contradictorias con sus promesas e incluso con sus intereses. De sus votantes, ni hablamos.

Hay bastantes hechos que alumbran estos vectores esenciales. Además de las ideas, que han ido pasando del ideal liberal-conservador que prometió a un no se sabe qué político-geométrico que vuelve a la ubicación centrista y vacía entre extremos de diseño sin precisar el contenido, están los hechos. Algunos son los que siguen. Primero, nombrar a Cayetana Álvarez de Toledo portavoz parlamentaria y al poco tiempo laminarla y dimitirla. Segundo, lanzarse a la yugular de un Santiago Abascal, su ya ex amigo, en plena censura del Gobierno de Pedro Sánchez, y con maneras muy chungas. Tercero, su discurso bífido sobre la independencia del Poder Judicial, pactando órganos y miembros con el PSOE (en el Tribunal de Cuentas, nada más llegar el PSOE a su control, imputó al PP). Cuarto, su extraño comportamiento con Isabel Díaz Ayuso, a la que ha dificultado presidir la Comunidad de Madrid cuando nadie sabe quién más podría serlo. Quinto, su obsesión burocrática por el control de su partido, algo que demostró en Andalucía enfrentándose a Juan Manuel Moreno. Sexto, sus extrañas maniobras en Murcia, en Madrid, en Andalucía. Habrá más, pero con esto basta para darse cuenta del problema.

Finalmente, se está viendo su impericia y su ligereza en las campañas electorales. En Castilla y León se ha pasado del "ganaremos por supermayoría absoluta", del "Vox deberá apoyarnos sin condiciones" y del "no nos hace falta el apoyo de Isabel Ayuso" a "ya veremos a ver si se gana el próximo domingo", "ya veremos si Vox nos ayuda para poder gobernar" y "por favor, Servicio de Urgencias, llamen a la sanadora Isabel Díaz Ayuso para una cura de emergencia". De hecho, según las encuestas, ya desde antes de la campaña, con sus mensajes prepotentes, pero sobre todo durante ella, la caída del voto popular ha sido tremenda. De los presumidos 40 escaños ya se va por debajo de 33 o menos.

(Lo mismo, sólo entrevisto ahora, pasa en Andalucía, donde de los 47-51 escaños anunciados por el propio sondeo oficial en septiembre de 2021 se bajaba a los 44-46 del mismo sondeo de diciembre del mismo año. En los sondeos no oficiales, la bajada en enero de 2022 es mayor: 40 escaños, a sólo dos puntos del PSOE, con Ciudadanos agonizando y un Vox creciente, aún sin Macarena Olona, que puede superar los 20 diputados. Y queda tiempo de desgaste, al menos tres meses, y la tela de araña vivita y coleando).

Después de las cosas que Casado dijo a su ex amigo Abascal y después de todo lo antedicho, ¿quién podrá evitar que, cuando se haga inevitable la alianza natural con Vox que ya anuncian la propia Díaz Ayuso (y acaba de subrayar Cospedal), tanto en Castilla y León como en Andalucía, se interprete políticamente como una enmienda a la totalidad a la presidencia de Pablo Casado? Y aún le queda el congreso del PP de Madrid y otros lópeces.

Mucho tendrá que cambiar Pablo Casado para superar el quebranto de su crédito político. Mucho tendrá que reformar y reformarse para no convertirse en un invotable. Si se consuma la actual trayectoria, Casado estará acabado. Ya está demediado. Si en Castilla y León y/o Andalucía hay batacazo, su caída será irremediable.

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