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Presente y pasado

Actualidad de la "memoria histórica"

La Ley de memoria histórica tiene cuatro rasgos principales: a) Falsea radicalmente la historia al presentar como legítimo y democrático al Frente Popular. b) Lleva la falsedad al punto de glorificar a los chequistas y poner a su nivel a las víctimas inocentes. c) Intenta establecer por ley, totalitariamente, una versión de nuestro pasado, y precisamente la versión antedicha. d) Constituye la base ideológica de la izquierda actual, una vez perdida oficialmente la referencia marxista: la base, en particular, de su política de alianza con el separatismo y el terrorismo, que de varios modos vuelve, precisamente, a aquel Frente Popular que destruyó a la república y con el que se identifican todos esos políticastros, vergüenza de la democracia.

Dicha Ley, que podría denominarse con justicia Ley de la Checa, tiene, por tanto, consecuencias actuales y trascendencia para nuestro futuro más que suficientes para justificar un amplio y profundo debate a fin de clarificar un panorama cada vez más complicado para el país. Sin embargo ha pasado casi inadvertida en el mísero paisaje, en el páramo intelectual y político español actual, con el Futurista Solemne llamando a pensar en otras cosas y en medio del deliberado silencio de la mayoría de los historiadores, intelectuales y periodistas. La Ley de la Checa define perfectamente a sus autores, sus métodos y sus objetivos. Como tal debe ser reconocida en la sociedad, si esta quiere defenderse.

En tal situación, y siguiendo la recomendación de Julián Marías, “por mí, que no quede”, unos pocos hemos hecho lo que estaba a nuestro alcance, y seguiremos haciéndolo. Toda campaña de este género tiene dos aspectos: su elaboración intelectual y su difusión para crear opinión pública. Además de en "Libertad Digital", "El Manifiesto" y y otros medios digitales, el Manifiesto por la Verdad histórica ha podido salir en dos periódicos de papel de considerable difusión, "El Economista" y "El Mundo", gracias a las aportaciones de entre 5 y 600 euros por parte de varios centenares de lectores. Así se ha ampliado grandemente su audiencia. Cada uno puede hacer mucho, y por esa vía debemos seguir.

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Tiene gracia , por decir algo, que los promotores de la Ley de la Checa y colaboradores políticos de la ETA acusen a Fraga de tener las manos manchadas de sangre. Pero ahí estamos.

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Y tiene gracia, también por decir algo, que Elorriaga, personificación del oportunismo del grupo de Rajoy, denuncie "el oportunismo despreciable" del gobierno por buscar "la fecha que más le conviene" para la ilegalización de ANV y PCTV. Ya ve el señor Elorriaga, a listillo puede que le gane Rubalcaba.

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Según una idea profundamente asentada entre los jefecillos y programadores del PP, el único punto que realmente importa a la gente es su bolsillo. Pues ahí lo tienen crudo, porque la economía es el único campo en que el PSOE lo ha hecho bastante bien. Los números cantan, y aunque el horizonte actual se va oscureciendo, Rajoy tendrá grandes problemas para demostrar que él lo haría mejor. En todo lo demás (Constitución, justicia, familia, etc.) el Futurista y su equipo solo siguen la línea de Zapo, con algunos matices.

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Étnicamente, la población española guarda una notable homogeneidad. Se trata de un pueblo fundamentalmente mediterráneo, con una pequeña aportación céltica y germánica. Al despuntar la historia, los pobladores de la península se distribuían, según la tradición, en “íberos, celtas y celtíberos”. Los primeros, de lengua no indoeuropea, se extendían desde el Ródano hasta el sur de Portugal; en el resto de la península las lenguas parecen ser indoeuropeas, pero muy posiblemente se trataba del resultado de una aculturación de una población anterior sometida por tribus celtas, que conformarían las oligarquías, algo que acaso ocurriera también con los íberos. Se trataba de etnias muy fragmentadas en tribus diversas. En todo caso es esta población anterior a la llegada de Roma la que sigue configurando la base étnica española, pues las variadas aportaciones externas posteriores probablemente no llegaron en ningún caso al 5% de la población local, aunque la matizaran notablemente.

Así vinieron semitas fenicios y cartagineses, griegos, contingentes bastante más significativos de romanos y, con ellos, grupos de judíos, sirios o galos. Otra aportación considerable llegaría de las invasiones germánicas que destruyeron el imperio romano y de la posterior invasión de beréberes y árabes; también llegó un número de eslavos, generalmente en condiciones de esclavitud, sobre todo a Al Ándalus. A lo largo de la Reconquista entraron contingentes de franceses y de otros lugares de Europa, y posteriormente los gitanos. Desde el siglo XVII no se producen más entradas importantes de grupos étnicos distintos hasta finales del siglo XX y principios del actual. Cabe señalar que todos esos grupos humanos se disolvieron cultural y étnicamente en la masa originaria hispánica, con la excepción de los judíos, los gitanos y los moriscos, que siempre permanecieron como comunidades aparte, habiendo sido expulsados en gran parte los judíos y los moriscos, a finales del siglo XV y principios del XVII respectivamente. Hoy el país recibe una nutrida inmigración de Hispanoamérica, el Magreb, Europa oriental y el África negra, y también, en otras condiciones, de Europa occidental, sin poder predecirse su grado de permanencia e influencia demográfica y cultural.

Harto mayor relevancia han tenido otros movimientos migratorios internos que han borrado los límites de la época prerromana, uniformizando profundamente la población. Sin duda un intenso proceso de mezcla y cambio demogeográfico ocurrió durante los seis siglos largos de dominio latino, a través del comercio, la milicia y otras interrelaciones facilitadas por la vasta red de calzadas construidas por Roma, disolviéndose con ello la vieja división de íberos, celtas y celtíberos. Durante la Reconquista, se produjo una considerable emigración de sur a norte (mozárabes) y otra mucho más prolongada e intensa de norte a sur, con la repoblación de las dos Castillas y Andalucía, Canarias, en menor medida Levante y las Baleares, por gentes de la cornisa cantábrica y subpirenaica, también algunos del norte de los Pirineos. Estos movimientos y fusiones continuaron de modo menos espectacular, pero permanente y continuo, durante la Edad Moderna, hasta que a finales de los siglos XIX y durante el XX se producen nuevos y masivos desplazamientos del campo a la ciudad y de unas regiones a otras, que aumentan la homogeneidad predominante heredada del pasado.

El aspecto físico de los españoles es muy similar en todas sus regiones, y entre los antecesores de cualquier persona de cualquier lugar de España encontraremos casi siempre a individuos llegados de los más variados puntos del país. El caso de un “íbero” un “celta” o un “vascón”, cuyos antepasados hayan permanecido todos sin mezcla y en la misma región o provincia desde tiempos prerromanos debe de ser excepcional, si acaso existe alguno. Una idea de este proceso, algo tosca pero indicativa, puede dárnosla el hecho de que los apellidos predominantes en todas las provincias españolas, sin excepción, son los mismos: García en primer lugar, seguido de López, Martínez, Rodríguez, González, Fernández, Sánchez, Pérez, etc., en uno u otro orden. Los apellidos terminados en –ez parecen tener, curiosamente, origen visigodo, significando “hijo de”: la gran mayoría de esas terminaciones se añaden, en efecto, a nombres germánicos. Según otras teorías, el sufijo tendría origen prerromano.

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