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Presente y pasado

Feminismo (VII). Fracaso del feminismo / Crisis y autonomías

Pese a las victorias feministas en el terreno de la propaganda y la política, no es probable que las mujeres lleguen a comportarse realmente como los hombres, ni a la inversa, por muchos programas de adiestramiento social que se diseñen y mucha combinación de presiones psicológicas, administrativas y "educativas" que se apliquen.


Pero será difícil evitar un deterioro del aprecio mutuo entre los sexos. Pocos hombres lograrán sentir respetos por logros feministas como la mujer soldado o policía. Respeto como sentimiento natural, a no confundir con la admisión indiferente de la norma burocrática o con ciertas actitudes beatas. La reacción íntima ante la mujer armada está cargada de desprecio, agresividad y temor. Los dos primeros sentimientos se entienden sin esfuerzo; en cuanto al temor, va más allá del causado por la exhibición de agresividad en la mujer, o del peligro de desafiar las decisiones administrativas. Es más bien el miedo a la pérdida de la seguridad y la calma esperadas por el hombre de los valores femeninos.


No solo hay desigualdad, sino asimetría entre los sexos. Un hombre puede tener gran cantidad de hijos, y la mujer solo un corto número de ellos. En contraste, la intensidad del sentimiento paternal y el maternal es distinto (aunque ciertos feministas se empeñen en negarlo) como lo es cualitativamente. Resulta incluso defendible que el sentimiento materno enraíza directamente en la biología, mientras que el paterno tiene un mayor componente cultural. Por eso, cuanto ayude a destruir los valores que vinculan al padre con sus hijos, solo puede pagarlo crudamente la mujer, y sobre todo los niños; así como, aunque más indirectamente, el propio varón. Pero el sentimiento paternal y sus derivaciones legales han sido atacados por los feministas, en especial por los marxo-feministas, como causa clave de la opresión de la mujer.


El socavamiento de la relación de pareja, acompañado de prédicas moralistas en contra, se manifiesta a la perfección en el problema del aborto, acaso el más machacón caballo de batalla internacional del feminismo en años recientes. La doctrina al respecto se concentra en el lema "nosotras parimos, nosotras decidimos", el cual condensa a su vez la filosofía de las legislaciones abortistas adoptadas en muchas naciones. Ello equivale a una invitación, punto menos que irresistible, a la irresponsabilidad paterna. Y siendo el sentimiento paterno, por lo general, más débil que el materno, el efecto no podría ser otro que el conocido: un cada vez mayor desentendimiento del varón respecto a la prole y a la relación estable, percibidas como una simple carga. Ello aparte del contenido criminal de destruir una vida humana en gestación.


Sorprende entonces que los mismos feministas se embarquen en campañas de persuasión y hasta persecución legal del padre para que peche con sus "responsabilidades" (económicas, porque otras se vuelve arduo). Pero el padre irresponsable y feministizado replicará: "¿No es la mujer quien decide? Que cargue con las consecuencias y no me arrastre a mí, que no deseaba más que un rato de diversión. ¿Voy a tener que pagar la vida entera por un impulso momentáneo? No dramaticemos el sexo. Si ella quiso tener el niño, o se descuidó, que no me complique. En todo caso, que el estado la ayude". (De Roma, cultura "patriarcal" por excelencia, cuenta Mommsen, citando a Salustio, que el censor Metelo el Macedónico, admirado por sus conciudadanos a causa de sus virtudes domésticas y numerosa prole, alentaba así a los romanos al matrimonio, que se iba convirtiendo entre ellos en un "contrato de alquiler" demasiado pasajero: "Si pudiéramos, ¡con cuánto gusto arrojaríamos esta carga! Mas, puesto que la Naturaleza lo ha dispuesto de tal modo que no se pueda vivir cómodamente con una mujer, ni tampoco sin ella, miremos más al bien público, que es duradero, y no al corto y transitorio bienestar de este mundo". Con su curioso argumento, Metelo supera en sentido del humor, aun si involuntario, a los feministas. Compárese con la salida de un cándido o beato comentarista de Hite en Cambio 16: "La conclusión de que el matrimonio es una institución maravillosa para los hombres pero no para las mujeres es ya conocida y aceptada en círculos académicos bien informados". El bravo comentarista debe constituir, él solo, todo un círculo académico bien informado)


Pocos hombres hablarían con tan franca brutalidad como el mencionado padre irresponsable (o privado de responsabilidad por los feministas) pero muchos comportamientos siguen la lógica de esta respuesta, inducido por el feminismo, y se manifiestan en el aumento de madres solteras y madres adolescentes; o en el gran incremento de los abortos y el descenso anormal de hijos, piadosamente embellecido como "calidad de vida" por determinados ideólogos.


Los ejemplos aducidos en este apartado no pretenden ni pueden ser concluyentes. Solo indicativos, una hipótesis de trabajo. Pero si se probara la conexión entre el feminismo y la chabacanización de la relación hombre-mujer y la consiguiente decepción mutua, quedaría claro asimismo su entronque con otros rasgos de lo que pudiéramos llamar "cultura contemporánea", como la expansión de la droga, la delincuencia juvenil o la industria del aturdimiento.


Una crítica tradicional al feminismo culpaba a este, en definitiva, de masculinizar a la mujer; y una respuesta no menos tradicional negaba que hubiera conductas y valores ligados al sexo. Pero la experiencia en contra ya no se puede ignorar, y ha forzado al feminismo a brincar de un extremo a otro: ahora encuentra la salida en que el varón se feminice (a cambio de lo cual se le promete indecible bienestar), lo cual entraña admitir una diversidad de valores y la confesión vergonzante del fracaso. La feminización de la sociedad, o sea, del varón, es el grito de guerra del Informe Hite, que no hace sino sistematizar una campaña persistente desplegada desde hace años en os medios de masas. (Destacado adalid de la campaña feminizadora es El País. Una anécdota de cierto interés: dialogan en un bar una pareja que leía el dominical de ese periódico. "Mira -- dijo la chica--, la frase "alcánzame el bodi, cariño", la dirán también los hombres" (o algo por estilo). Irreverente, su compañero contestó: "Eso son las mariconaditas de El País")


La doble cara éxito-fracaso del feminismo, éxito exterior y propagandístico y fracaso esencial, se asemeja a la de cualquier otra ideología. Ninguna muestra tan instructiva como la del comunismo, cuyo espectacular triunfo histórico, repleto de promesas, es la cáscara brillante del completo fracaso de sus ideales y metas, cada día más remotos [recuérdese que esto está escrito un año antes de la caída del muro de Berlín]. Por el contrario, ha convertido en prisiones a países enteros y añadido a la historia de este siglo un escalofriante plus de sufrimiento y ferocidad.


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****Mañana, jueves, a las 20,00 horas, en el CEU, Julián Romea 23: Debate "¿Adonde va la derecha?" Con participación de Dalmacio Negro, José Javier Esparza, José María Marco y Javier Ruiz Portella

****Blog. en 1975, al morir Franco, la renta per cápita española estaba cercana al 80% de la media de la de Europa Occidental, porcentaje que se mantuvo, con alguna caída, hasta 1996, en que, con el Gobierno de Aznar, empezó a crecer de nuevo. No se mantuvo, sino que descendió considerablemente.


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En Época:

CRISIS ECONÓMICA Y AUTONOMÍAS

Hace bastantes años propuse que los expertos hicieran un estudio de la experiencia autonómica, de sus costes y beneficios en los órdenes político, económico y cultural. Sospechaba que el balance no iba a ser muy positivo. Ahora, la crisis económica, cuya relación con las autonomías salta a la vista, ese estudio urge más. A falta de él podemos recurrir a algunas impresiones razonables.


En primer lugar, el derroche económico de las autonomías: organismos innecesarios, sueldos y prebendas, multitud de funcionarios, cargos, asesores, etc., gran parte de los cuales no hace nada práctico o realiza funciones prescindibles o que coartan la libertad de las personas. El franquismo funcionaba con un estado bastante pequeño, de medio millón de empleados públicos en su último año. Hoy existen tres millones de empleados públicos, la mayoría en las administraciones autónomas, y ese solo dato ilustra sobre una orientación equivocada.


El despilfarro ha venido acompañado de otros fenómenos, siendo difícil distinguir causas y efectos. Así, el incremento de empleos públicos se ha producido a menudo a través de amiguismos políticos y personales, a lo que se han añadido subvenciones para crear amplios "pesebres" de adictos a los gobiernos respectivos, adjudicaciones de obras con el mismo carácter o, en el plano municipal, de manejos con el suelo urbanizable, y similares. Por no mencionar la utilización política de las cajas de ahorros, llevadas varias de ellas a la quiebra por los partidos. A veces estallan escándalos, pero no parece temerario afirmar que se trata solo de la punta del iceberg.


Al mismo tiempo subsiste una extendida duplicación de funciones entre la administración central y la autonómica, con su coste económico, aparte de generar roces y problemas innecesarios, como los crean también las rivalidades entre las propias autonomías. Varias de estas han organizado, desde el poder, medios de masas, televisión en particular, enormemente gravosos, utilizados para orientar o manipular a la opinión pública según los intereses del partido gobernante. Además, en las autonomías, el poder encuentra más fácil condicionar, por la corrupción o la presión, a los medios privados, vulnerando las libertades públicas.


Hemos visto igualmente cómo las autonomías han creado castas de políticos dedicados a socavar la unidad nacional, fomentar un patriotismo local exclusivista, inventar "deudas históricas" y resentimientos muy perjudiciales para la convivencia y la paz social. La enseñanza ha sido especialmente manipulada en varias regiones para crear en los jóvenes una mentalidad antiespañola y perseguir el idioma común, animando separatismos y tensiones internas de desenlace imprevisible.


Así, a falta de estudios específicos, el balance de las autonomías parece exhibir más puntos negativos que positivos, tanto en el terreno económico como en el de las libertades públicas y la cohesión nacional. No tenía por qué ser así, pero así viene siendo. Una causa es el bajo nivel moral e intelectual de los políticos, ignorantes hasta de la propia historia del país o, peor aún, con ideas falsas de ella.


El remedio, claro está, no es un centralismo a ultranza. En la sociedad, donde intervienen intereses, ideas, y sentimientos diversos y a menudo contrapuestos, la política solo puede funcionar sin choques ni desgarros mediante un equilibrio justo entre las distintas tendencias. Actualmente no hay duda de que el diseño autonómico aprobado en la transición fue arbitrario y encierra en la propia Constitución la vía para aumentar los desequilibrios indefinidamente, hasta la balcanización del país. La crisis económica, no causada pero sí muy agravada por las autonomías, puede llevar a corregir viejos disparates, o a aumentarlos hasta el estallido. Dependerá de la reacción ciudadana y de los políticos, cuya talla resulta manifiestamente mejorable.

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