(Extraíbles de Una historia chocante)
Recortes:
– Fíjate en la calle principal... ¿No te das cuenta? ¡Ni una flor en las ventanas!
– Bueno, eso pasa cada vez en más pueblos y ciudades, no solo aquí en Extremadura
– Pero antes, las mujeres ponían tiestos con flores en los balcones y ventanas. He estado hace poco en Suiza: allí las ponen por todas partes.
– Es curioso, aquí es que ya ni te fijas.
– Va junto con otros fenómenos sociológicos curiosos. Por ejemplo, antes las mujeres cantaban mucho, ahora ya no, y suelen hablar a gritos y palabrotas, como camioneros. Te estoy hablando de las amas de casa, no de esas que llaman liberadas, que por supuesto... Escucha a esa de la mesa vecina con qué lenguaje regaña al crío... Y fumando, la tipa.
– Con la transición el fumar se extendió muchísimo entre las chicas y las mayores, también el beber alcohol, claro, era una señal de emancipación, ¿entiendes? De modernidad.
– Bien, datos sociológicos de cierto interés.
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Escribe Horacio Vázquez Rial: "Estoy dispuesto a sentarme a discutir con monseñor Rouco Varela y con el mismísimo Papa, si se terciara, sobre la cuestión del preservativo en África, aunque sé perfectamente que son muchos los sacerdotes que, gracias a Dios, los distribuyen cuando pueden porque no ignoran la realidad de que el 67% de los infectados con el virus del SIDA se encuentra en ese continente, y que la enfermedad es padecida por el 90% de los niños africanos".
Bien, pero habría que empezar por preguntar: ¿hay mayor expansión del sida en las zonas de influencia católica, donde no se aconseja el preservativo, o en las zonas de influencia anticatólica, donde sí se aconseja?
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Sobre mi comentario de ayer, escribe Emilio Campmany (comentario 29) que no se refería al intento democrático del 31, sino al régimen salido de las elecciones de 1936. En verdad, la historia ha sido tan desfigurada que confundir uno y otro, al asesino (Frente Popular) con la víctima (la república), sigue siendo absolutamente lo más común, entre la izquierda y la derecha. Rarísimo es, aún hoy, lo contrario.
Pero el error, incluso en quienes perciben la diferencia, tiene resultados nefastos. Si Franco derrotó el proceso revolucionario del 34 y sobre todo del 36, CUANDO NADIE MÁS PODÍA HACERLO, CUANDO DE LA DEMOCRACIA SOLO QUEDABAN JIRONES, ese mérito debe reconocérsele. Mérito enorme, como vieron Marañón o Besteiro, entre tantos otros. Por consiguiente no puede equipararse a Franco con Largo Caballero o Prieto. Fueron estos últimos quienes acabaron con la democracia republicana, y Franco quien les paró los pies. No puede reprochársele que no instaurase una democracia cuando, en rigor, no quedaban demócratas.
Y, repito, su dictadura no fue totalitaria, sino autoritaria: por ello creó las condiciones para una nueva democracia y finalmente la trajo, a pesar del rupturismo.
Así, cuando oímos fáciles condenas a Franco desde la derecha, cuando oímos al Futurista Solemne vanagloriarse de no tener ni un franquista en su familia (ya es raro), convendría preguntar: ¿habrían sido los señoritos del PP (pronúnciese a la gibraltareña) capaces de derrotar a la revolución? ¿Habrían traído ellos las libertades?