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Zoé Valdés

Hollande se fue a la guerra

El caso es que, por el momento, estamos en guerra para liberar Malí. Y todavía no he oído a un solo pacifista protestar.

El caso es que, por el momento, estamos en guerra para liberar Malí. Y todavía no he oído a un solo pacifista protestar.

Llevan sólo unos pocos meses en el poder, pero el balance del Gobierno Hollande-Ayrault no es bueno, es más bien fatal: descontento social acallado por los medios y los sindicatos de izquierda, algunas huelgas –pocas, en comparación con las que hubo con Sarkozy– y estampida de millonarios y personalidades ante el anuncio de la subida del IRPF a los que más ganan hasta el 75%.

Ha habido grandes manifestaciones a favor y en contra del matrimonio homosexual y de la adopción por parte de los homosexuales –aunque la última de los detractores fue más multitudinaria que las demás–, lo que prueba que el desacuerdo es evidente. Por otro lado, no son pocos los que le reprochan al presidente que se atreva a imponer el matrimonio para todos, sin someterlo a referéndum, y convertirlo en una especie de consigna estatal, cuando él no está casado con la Primera Dama. En Francia, desde hace décadas muchas parejas heterosexuales optan por vivir pacseadas, al amparo del PACS.

Añádanle a todo esto que Hollande decidió emprender una guerra, la guerra al islamismo en Malí. El presidente tuvo que aclarar hoy que, frente a lo que se rumorea cada vez con más insistencia, en esta guerra no subyacen intereses económicos. Ah, ¿no? ¿Y la minería, y el petróleo?

Súmenle un rehén y dos soldados muertos en una fallida operación de rescate. Y amenazas de origen terrorista en la propia Francia, que han llevado a la activación de la alerta roja reforzada en el marco del Plan Vigipirate. Se teme además por la vida de ciudadanos franceses secuestrados en Somalia y otras partes del mundo.

No es un buen balance, de ninguna forma.

En cuanto a la economía, los pronósticos calculan que Francia caerá, y que la crisis devastará los hogares más pronto que tarde. Pero el Gobierno de François Hollande y Jean-Marc Ayrault, ni caso, como si malanga, viviendo al ritmo de Jauja... Aunque sabido es que una guerra siempre cae como anillo al dedo para paliar las crisis.

Sin embargo, aquellos que soltaban pestes por el hocico contra Sarkozy se han callado y arrinconado, y no critican para nada las gestiones del Gobierno actual. Ni mu. Son como los que en España adoraban a Zapatero, venerando el socialismo y el comunismo españoles, sin querer ver que fueron ellos los que provocaron la crisis.

En Francia, otros levantan la voz, no son muchos todavía, pero este país sabe gritar cuando es necesario. No es solamente un país de burgueses –¿qué de malo hay en eso?–, como destaca un idiota que ha pasado por Francia pero Francia no ha pasado por él. Algunos están pidiendo el regreso de Nicolás Sarkozy, como muchos piden hoy en España el regreso de José María Aznar. Creo que lo que tiene que hacer la UMP es componerse primero, y después ya se verá; el regreso de Sarkozy dependerá solamente de su decisión personal.

Lo que sí está claro es la absoluta nulidad de François Hollande y del Gobierno, en el que, por cierto, hasta ahora las mujeres han actuado mejor que los hombres. El marasmo de la UMP, sin ningún líder –no ya para optar al Elíseo, que no es el caso– que pueda tomar las riendas, revela que, para colmo, los socialistas no tendrán enfrente una fuerza opositora capaz. Esto es algo que se dijo del Gobierno de Sarkozy y que sin embargo en la actualidad se obvia.

Por otra parte, a Hollande no parece interesarle demasiado América Latina. De Cuba, ni hablemos. Ojalá vuelva a tomarnos en cuenta, lo dudo.

El caso es que, por el momento, estamos en guerra para liberar Malí. Y todavía no he oído a un solo pacifista protestar. Es una guerra singular, contra los islamistas, perfecto, pero ¿qué tendrán que decir los millones de islamistas franceses? Ojalá hablen antes de actuar, no al revés.

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