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Zoé Valdés

¿Partidos nuevos? ¿Partidos qué...?

Se me ocurre que Esperanza Aguirre debiera crear un partido.

Se me ocurre que Esperanza Aguirre debiera crear un partido.

Comento con un amigo que me telefonea esta mañana:

–Por lo visto, no hay escape. La corrupción política devora en España, y no sólo en España, a los partidos políticos más importantes y salpica a los otros, a los menos importantes también. ¿Qué hacer ante semejante desmembramiento de los principales puntales de la democracia? Pues crear partidos nuevos.

–¿Partidos qué...? –inquiere desconfiado mi interlocutor.

–Nuevos –reitero.

Bien, según me explica no es fácil crear partidos nuevos, imposible o casi. La maquinaria está preparada para que existan dos partidos inamovibles y el resto por ahí, mariposeando. Pero nadie podrá terminar con el PSOE ni con el PP; ni con el PSF ni con la UMP, en el caso de Francia.

–No lo creo. Ahí está UPyD, de Rosa Díez.

–Minoritario –replica.

–De minoritario nada. Cada día más importante...–me le impongo.

Y entonces se me ocurre que Esperanza Aguirre debiera crear un partido. De modo que tendríamos una izquierda centrista en UPyD y una derecha de centro en el partido que formara Aguirre, me aventuro a reflexionar en voz alta.

–Sería lo mismo, la misma tontería de la izquierda y de la derecha, pero entonces con la mascarada del centro –sostiene con voz fracasada.

Y no está exento de razón.

¿Estará agonizando la democracia? Es, más que una duda, una realidad que me aterra.

–No, para nada. Es una democracia secuestrada por los partidos. Para salvarse, la democracia debería renacer, revivir en las manos del pueblo, de los ciudadanos, con sus derechos y deberes.

–Sí. Nada dado, nada regalado, pero tampoco nada robado, nada ultrajado. Ya alguien lo ha dicho por estos días en los periódicos, en vez de salvar a los bancos hay que salvar a la gente.

–Pero no nos oyen –reitera la voz del otro lado del teléfono.

Cuelgo amargada el auricular.

No nos oyen. Pues tendrán que oírnos, porque ya no se puede aguantar más el engaño, la mentira, el robo, y la extrema pobreza de unos y la megaultrarriqueza de los otros. No se puede soportar que los partidos regalen el dinero del pueblo a los dictadores, que sigan alimentando zánganos que ni siquiera viven en este continente y que son meros emisarios de las tiranías.

No podemos tolerar que un presidente del Senado vaya más al Caribe que a su asiento en la Cámara Alta, que acuda más a reírles las gracias a dos viejos dictadores en Cuba y a sus esbirros que a cumplir con su trabajo. Como está ocurriendo ahora mismo en Francia.

No debiéramos aceptar que se condecore a los representantes de una dictadura, que se les entreguen los símbolos de la democracia, y de toda una historia de luchas que llevaron a los individuos de estos países a conquistar sus derechos como seres humanos y ciudadanos libres.

¿Cómo combatir la corrupción? Denunciándola, claro. Pero habría que denunciar toda la corrupción por igual. Porque ¿cómo reconstruir la moral de los partidos políticos si no saneamos a todos? Costará trabajo, hará falta una buena limpieza. Sangre madura y preparada que haga circular el pensamiento, creativa e imaginativamente, y sobre todo gentes transparentes, que sepan que trabajan para los ciudadanos y que los ciudadanos no trabajan para engordarles el ego y el culo.

¿Cuánto habrá que esperar para lograr este saneamiento? Por lo pronto, la bola sigue moviéndose en el mismo sitio. O en lugar de echar hacia delante se tambalea hacia atrás y retrocede.

En España

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