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EDITORIAL

Lo que dice y lo que calla Dezcallar

La intervención del antiguo director del CNI, Jorge Dezcallar, ante la Comisión de Investigación ha servido para poner de nuevo en evidencia la honestidad del anterior Gobierno del PP a la hora de informar sobre la masacre del 11-M y, por tanto, de la mentira de quienes le acusaban de mentir hasta el 14-M.
 
En primer lugar, el ex director del CNI ha declarado que no tenía dudas de la autoría de ETA el 11-M, convicción que ese mismo día trasladó al propio Zapatero, si bien esa vía fue debilitándose, sin que por ello desaparecieran “muchos elementos” —de los que Dezcallar dice no poder hablar— que llevaron al centro, “muchos días después de 11-M”, a seguir investigando la pista etarra Esta declaración avala, pues, perfectamente la transparencia del proceder del ex ministro del Interior, Ángel Acebes, al que sólo cabría reprocharle las dificultades que generaba el hecho de que —como textualmente ha descrito Dezcallar— “era una investigación en abierto, la gente sabía en tiempo real lo que estaba pasando”.
 
Aunque haya sido descarado su intento de no dejar en mal lugar a la SER al utilizar la palabra “aclarar” y no “desmentir”, lo cierto es que Dezcallar ha explicado que la nota del Centro emitida en la agencia EFE quería hacer frente a las “informaciones” que, desde primeras horas del día 13, aseguraban —sin ser cierto— que el CNI ya se centraba prácticamente de forma exclusiva en la pista islámica. En ese momento, como ha explicado Dezcallar, "las líneas de investigación no se centraban en un 99 por ciento hacia el terrorismo islámico y la vía de ETA todavía estaba abierta".
 
No menos malparada sale la cadena de Polanco respecto al asunto de los terroristas suicidas. Según Dezcallar, el informe del Centro del día 15 que filtró ERC y el PNV, no hablaba de posibles terroristas suicidas entre los cadáveres de la matanza del 11-M. Lo que en realidad no descartaba ese documento, según Dezcallar, eran “nuevas acciones terroristas en las que se suicidaran sus autores”. Al final, ha señalado Dezcallar, "se volaron por los aires en Leganés". Los independentistas de ERC y PNV, pues, no sólo cometieron un posible delito de revelación del secreto, sino que además mintieron sobre lo que en realidad decía ese documento clasificado.
 
Pese a todo esto, nadie se debería contentar —y menos que nadie, los portavoces del PP— con lo poco que ha contado el ex responsable de nuestros servicios secretos ante la Comisión, por mucho que haya ayudado a dejar en evidencia que el Gobierno del PP actúo de buena fe en su labor informativa. Hay que saber, además, hasta qué punto actuaron de mala fe quienes tenían por objetivo político el mismo que los autores de la matanza del 11-M, y que no era otro que llevar al PP y a su política fuera del Gobierno.
 
Tras conocerse la vinculación de ETA con el entorno de los confidentes de Avilés y tras descubrirse que la caravana de la muerte de ETA y la de los terroristas islámicos salieron el mismo día hacia Madrid, nadie debería dar por zanjada una posible colaboración entre los galgos y los podencos. Menos aun cuando el propio ex director del CNI nos dice que había muchos “elementos” para seguir la pista etarra “muchos días después del 11-M, aunque no pueda hablar de ellos”.
 
Pues, si ni Dezcallar ni su sucesor al frente del CNI pueden “hablar de ellos”, ni pueden comparecer los confidentes encarcelados, ni se pueden desclasificar los documentos secretos, ¿qué clase de farsa es esta que se nos presenta como una comisión de investigación?
 
 

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