Las hazañas político-diplomáticas en este verano de 2004 de ZP y Los Desatinos a propósito de Gibraltar o de Marruecos pueden ser motivo de risa, de risa floja, o de convulsión epigástrica producto de un ataque de sarcasmo avinagrado. Lo que no tiene maldita la gracia es el cambio de discurso oficial a propósito del terrorismo, que podría ser perfectamente asumible por Llamazares, Ibarreche e incluso la ETA. Porque hasta los etarras lamentan tener que recurrir al terrorismo, o eso dicen, pero lo justifican por la causa que defienden. O mejor dicho: por las causas que lo producen y por la voluntad de remediarlas. Es inseparable la explicación del terrorismo de su justificación. Es imposible distinguir la justificación del terrorismo por sus presuntas causas de la apología del terror o del terrorismo sin más, porque el terrorismo es precisamente eso: la justificación del crimen en función de las supuestas razones que llevan a cometerlo y la consiguiente apología de una causa que merece llegar hasta el crimen para realizarse.
Los anarquistas llamaban al terrorismo "propaganda por el hecho". Es decir, que el hecho criminal mismo se entendía como propaganda, tanto más efectiva cuanto más coincidieran la crueldad del hecho y la bondad de la causa. Una multiplicaba la otra, de ahí el paso del regicidio a la bomba tirada al azar sobre la muchedumbre, puesto que, según se decía, "no hay inocentes". Por supuesto, la inocencia o culpabilidad quedaban al arbitrio de los preclaros espíritus que decidían por todos los demás, vivos y muertos. Estamos en el inicio del totalitarismo moderno, del terrorismo de Estado, del comunismo y de su hermano menor el nazismo, capaces de justificar el asesinato de millones de personas por una buena causa, por La Causa, como se decía también en los albores del terrorismo nihilista y anarquista del siglo XIX, al que hemos vuelto en el XXI.
Romper con las reglas morales básicas en cualquier sociedad despreciándolas como "moral convencional" o "moral burguesa" era inseparable del crimen terrorista, porque sólo así funcionaba la propaganda, primero a pesar del hecho y luego gracias a él. Por eso mismo, ayer como hoy, la lucha contra el terrorismo es inseparable de la lucha moral e intelectual contra sus justificaciones. En España ha costado mucho tiempo entender esto en la lucha contra el terrorismo etarra y sólo en los años de Gobierno del PP se ha actuado en consecuencia y se han recogido los frutos. No se ha mantenido una coherencia internacional consecuente, como lo demuestra el Caso Arafat, pero dentro de España las ideas claras se han traducido en eficacia contra el terror.