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EDITORIAL

La farsa de la negociación

si es cierto que las conversaciones se han producido y ni el PSOE ni el Gobierno lo quieren reconocer, ¿a qué tipo de farsa se ha entregado el PSOE desde el fin de la tregua trampa?, ¿este el tipo de lealtad que prodiga el partido de Zapatero?

“Ni confirmo ni desmiento, ni nada. No comento nada”. Esta fue la respuesta que la vicepresidenta De la Vega dio a la prensa tras el Consejo de Ministros de ayer. No confirmaba, pero tampoco desmentía si los socialistas vascos han estado conversando con la ETA durante los últimos cinco años. Tan escueta e inadmisible declaración es motivo sobrado de preocupación, porque, como bien reza el refrán, quien calla otorga. Si el Partido Socialista no ha establecido contacto alguno con los terroristas, podría el Gobierno decirlo sin tapujos. Pero, si es cierto que las conversaciones se han producido y ni el PSOE ni el Gobierno lo quieren reconocer, ¿a qué tipo de farsa se ha entregado el PSOE desde el fin de la tregua trampa?, ¿este es el tipo de lealtad que prodiga el partido de Zapatero?

El presidente debería comparecer la próxima semana y dejar claro este extremo. Hacerlo con luz y taquígrafos para disipar las dudas o, si las conversaciones desveladas por Otegi fueron reales, para que los españoles sepan a qué atenerse y qué pueden esperar del partido que gobierna.

Ya mienta el PSOE, ya el líder de Batasuna, el hecho insoslayable es que la iniciativa en la lucha antiterrorista ha pasado del Gobierno a la ETA. Los asesinos no han declarado la anhelada tregua porque no la ven todavía necesaria con un Gobierno dispuesto a todo. De hecho, las revelaciones de Otegi no son más que un pescozón en el cogote del Gobierno para que no decaiga en sus intenciones de llegar hasta el final. La lección, quizá, la estén recibiendo de Cataluña, donde Zapatero no pierde comba en cuanto a concesiones y donde ha impulsado un nuevo Estatuto anticonstitucional. Esto lleva a cualquier observador sensato a ligar íntimamente, tal y como hizo esta semana el propio Otegi, el inesperado giro en la política antiterrorista con lo acordado en la reunión de Perpiñán.

Es en el infame convenio suscrito por Carod Rovira y Josu Ternera donde reside la clave de todo. Empezando por el desbarajuste institucional que se avecina y terminando por la rendición sin condiciones ante la ETA después de cuatro décadas de crímenes. Desconocemos la letra exacta del arreglo entre los terroristas vascos y la Esquerra pero su alcance es fácil de intuir. Los frutos se están empezando a recoger ahora. En Cataluña han prevalecido las tesis más radicales, las propias de los republicanos, las mismas que, expuestas hace sólo un lustro, hubieran sido consideradas como un delirio. En el País Vasco, la perspectiva de avenirse a una negociación con la ETA era impensable y hoy tiene hasta el visto bueno del Congreso de los Diputados.

A este guiso sólo le faltaba un ingrediente, el de las conversaciones que, con buen sentido de la oportunidad, revela Otegi. El cuadro aparece completo y pone de manifiesto que el PSOE es un invitado de excepción en una trama cuyo objetivo es desestabilizar la nación y, en última instancia, hacerla desaparecer. Nada es casual, las fichas empiezan a encajar y lo que antes era sospecha empieza a cobrar certidumbre.

En España

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