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EDITORIAL

El imposible Estado palestino

Poco hay más parecido al racismo que culpar a Occidente de los males que sufren quienes no están en nuestra civilización. Los palestinos tuvieron la oportunidad de crear un Estado viable pero prefirieron seguir soñando con echar a los judíos al mar.

Los episodios de violencia entre las distintas bandas que dominan los territorios palestinos han ido repitiéndose con cierta regularidad desde la retirada de Israel de la franja de Gaza, y especialmente desde el triunfo de Hamas en las elecciones legislativas palestinas. Las excusas para este último enfrentamiento se centrarán en el cierre de la frontera con Egipto o en la convocatoria de elecciones anticipadas, pero lo cierto es que el asesinato de un juez afín a Hamas y la muerte a tiros de tres niños –por los que los sensibles medios occidentales no han derramado ninguna lágrima de cocodrilo, al no poder culpar a Israel de su muerte–, hijos de un jefe de seguridad de Abbas, hacían presagiar que la situación se tensaría aún más de lo normal.

La formación de la Autoridad Nacional Palestina en manos de Arafat fue una oportunidad para crear un Estado viable que pudiera convivir con Israel. Desgraciadamente, el viejo terrorista la malgastó convirtiéndose en millonario gracias a la ayuda internacional, impidiendo la creación de una economía estable, promoviendo el terrorismo y facilitando la actuación en su territorio de otros grupos tan criminales como el suyo. Ahora, el enfrentamiento entre las huestes de su partido y la de uno de esos grupos hace pensar que la ansiada solución de crear dos estados que convivan juntos parezca una quimera, por la mera inviabilidad de uno de ellos.

Pocas actitudes hay más parecidas al colonialismo condescendiente y al racismo que culpar a Occidente de todos los males que sufren quienes no están en nuestra civilización. Así pues, si finalmente el acuerdo al que han llegado Hamas y Al Fatah se queda en agua de borrajas, o si se vuelve tras un periodo de relativa calma a las andadas, muchos se estrujarán el cerebro en busca de una razón que permita echar la culpa a Israel o a Estados Unidos de lo que suceda. Pero por más vueltas que se le dé, lo cierto es que los palestinos tuvieron la oportunidad de crear un Estado que mereciera tal nombre y han preferido seguir alimentando los sueños de echar a los judíos al mar. Si no fuera por los daños que sufrirían sin duda muchos inocentes, se podría pensar que los dirigentes palestinos de las distintas facciones merecen recoger lo que han sembrado.

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