
El entierro musulmán, o al-dafin, se caracteriza por su austeridad, respeto y significado religioso. La tradición islámica establece que el difunto debe ser sepultado lo antes posible, preferiblemente dentro de las primeras 24 horas tras el fallecimiento, salvo causas legales o sanitarias que lo impidan. Este principio responde a la creencia de que la vida terrenal es transitoria, y que la verdadera existencia comienza después de la muerte.
El primer paso del sepelio es la ablución funeraria o ghusl, un lavado ritual que debe realizarse por personas del mismo sexo que el fallecido. En el caso de las mujeres, además, se recogen los cabellos en tres trenzas. Tras la limpieza, el cuerpo es envuelto en una mortaja blanca sin costuras, llamada kafan, símbolo de pureza e igualdad ante Dios.
Tradicionalmente, los hombres son amortajados con tres piezas de tela y las mujeres con cinco, siguiendo el modelo transmitido por la tradición profética (Sunna).
El rezo colectivo
Una vez preparado, el cuerpo se traslada, normalmente en un féretro abierto sin tapa, hasta el lugar del rezo. Allí se celebra la oración fúnebre colectiva, conocida como Salat al-Janazah, encabezada por un imán. Esta oración no incluye postraciones ni inclinaciones, y se centra en pedir el perdón y la misericordia de Alá para el difunto, así como consuelo para los familiares.
Este rezo puede realizarse en una mezquita o directamente en el cementerio, donde a menudo la comunidad se reúne para despedir al fallecido.
Durante el sepelio, el cuerpo es depositado directamente sobre la tierra, sin ataúd o con uno simple y sin adornos, siguiendo las condiciones técnicas del cementerio. El cadáver se coloca sobre su costado derecho con el rostro orientado hacia La Meca, ciudad sagrada del islam. Este detalle es esencial, ya que representa la dirección (qibla) hacia la que todo musulmán ora en vida.
En muchos casos, se recitan versos del Corán, como la Sura Al-Fātiḥa, y los asistentes lanzan tres puñados de tierra sobre el cuerpo, simbolizando el regreso del ser humano a su origen natural.
Prácticas prohibidas
El islam prohíbe de forma tajante la cremación del cuerpo, ya que se considera incompatible con la creencia en la resurrección física. Del mismo modo, no se permiten los traslados innecesarios del cadáver a otras ciudades, siendo preferible enterrarlo donde se produjo el fallecimiento.
Tampoco se contempla la exhibición del cuerpo ni el uso de embalsamamiento, salvo en situaciones excepcionales determinadas por la normativa sanitaria. La sobriedad y el respeto marcan todo el proceso.
Tras el entierro comienza el período de duelo conocido como Aza, que dura tradicionalmente tres días, durante los cuales la familia recibe visitas y apoyo de la comunidad. En este tiempo, se recitan oraciones y se lee el Corán en recuerdo del fallecido. Es habitual visitar la tumba en fechas señaladas: el tercer, noveno y cuadragésimo día tras el sepelio.
En el caso de las viudas, existe una prescripción específica conocida como Iddah, que implica un período de espera de cuatro meses y diez días antes de volver a contraer matrimonio.

