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La tradición del Día de Difuntos y las nuevas costumbres: "Una vez muerta ya no valgo para nada"

En España, las familias acuden a los cementerios, limpian las lápidas y depositan flores, pero cada vez más personas se alejan de esta tradición.

El 1 y 2 de noviembre –el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos– son fechas muy especiales en el calendario, sobre todo para aquellos que honran a sus seres queridos fallecidos. Las flores llenan los cementerios, las familias visitan a sus seres queridos y los hogares se llenan de buñuelos y huesos de santo.

La festividad de Todos los Santos se remonta al siglo IV, cuando el cristianismo, recién legitimado por el Edicto de Milán, comenzó a dedicar una jornada común para honrar a todos los mártires. En el siglo IX, el papa Gregorio IV estableció oficialmente el 1 de noviembre como el día de conmemoración universal.

El objetivo era rendir homenaje a todos los santos –canonizados o no– que, según la fe cristiana, gozan de la presencia de Dios. En cambio, el 2 de noviembre, Día de los Difuntos, está dedicado a rezar por las almas de quienes aún no han alcanzado la vida eterna.

En España, las familias acuden a los cementerios, limpian las lápidas, encienden velas y depositan flores. Algunos llevan a sus hijos para enseñarles que el recuerdo también forma parte de la vida.

Sin embargo, hay muchas personas que no perciben esta fecha como un día especial. Una señora lo resume con sencillez: "Las cosas hay que hacerlas en vida, no una vez muerto. ¿Para qué voy a ir a llorar a una lápida? Yo no voy al cementerio para ver ni a mi madre ni a mi marido. Los tengo en el corazón a todos y se acabó el rollo".

Una joven piensa lo mismo: "Mi familia sí que va al cementerio, pero yo no. Creo que el respeto a una persona se demuestra en vida. No celebro este día de ninguna forma".

La incineración: el cambio de los ritos funerarios

Durante siglos, el entierro ha sido la norma en España. Sin embargo, las cifras han dado un giro histórico: por primera vez, en 2024 se registraron más incineraciones que inhumaciones. Según el informe Radiografía del Sector Funerario 2025 de Panasef–Asociación Nacional de Servicios Funerarios–, un 50,11% de los fallecidos fueron incinerados, frente al 49,89% enterrados.

Alejandro Quinzán, secretario general de Panasef, explica que la tendencia responde a "hábitos culturales y sociales", especialmente en las grandes ciudades, donde el espacio escasea y los cementerios están saturados. Además, la incineración suele ser más económica y práctica para las familias.

En la calle, las opiniones son diversas, aunque la cremación gana por goleada: "Yo prefiero que me incineren y que mis hijas hagan lo que quieran con mis cenizas. Me da igual, una vez muerta ya no valgo para nada", cuenta una mujer mayor. Por su parte, a una chica joven le da igual, aunque prefiere optar por la "incineración". En la misma línea, una mujer colombiana afirma: "Creo que me incineren y luego que hagan lo que quieran, porque al final ya no vale para nada".

Los rituales en el mundo

La muerte se vive de forma muy distinta según el lugar. En México, por ejemplo, el Día de los Muertos se celebra el 2 de noviembre con colores, música y altares llenos de flores y velas. "Tengo un restaurante mexicano y cada año ponemos un altar desde el día 27. Encendemos velitas por las mascotas y por los familiares, hasta el día 2. Lo llevamos en el corazón", explica la misma mujer colombiana que celebra la tradición mexicana en su restaurante en Madrid.

En Colombia, sin embargo, reconoce que no existe esa costumbre: "Allí no se celebra como Día de los Muertos. Es más bien Halloween, algo más americano".

En el mundo islámico, la visión es completamente distinta. La cremación está prohibida, y el cuerpo debe ser enterrado mirando hacia La Meca. "Nosotros enterramos a nuestros familiares en el suelo, nada más. No hay un día especial para ir al cementerio. Yo quiero que me entierren en el suelo", cuenta una mujer musulmana residente en España.

Duelo y memoria: la muerte ya no es tabú

Hablar de la muerte siempre ha sido difícil. Pero algo está cambiando. Las nuevas generaciones, menos apegadas a la religión, abordan el tema con naturalidad e incluso con humor. "Yo hablo de la muerte con normalidad. No me da miedo ni me parece tabú", dice la mujer del restaurante mexicano.

Un joven apunta en la misma línea: "Hablo con naturalidad porque tengo un entorno en el que el humor negro y todo eso está bastante al uso". Aun así, reconoce que sigue siendo un tema tabú "por el aspecto negativo que tiene, porque lo vemos como algo malo inevitablemente. Hay otras culturas que no lo ven como algo malo, al revés".

Otra chica joven matiza: "Hay que tratarlo de forma natural, porque cuando lo evitas, al final todos esos sentimientos negativos te los guardas para ti. Hablar de los sentimientos en general es lo que nos hace como un poco exteriorizarlos y sentirlos de otra forma".

Con respecto a ser recordados, la mayoría de entrevistados está de acuerdo con el legado que quieren dejar: "Ojalá dejarles mucho dinero". Además, la misma joven comenta: "Más allá del recuerdo y de las experiencias en vida, supongo que si tienes un legado, está súper bonito dejarlo: un legado a la humanidad, no solo a tu círculo".

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