
La Comisión Europea estima que cada año se utilizan 33 toneladas de mercurio en aparatos de medición y de control en la UE, de las cuales, entre 25 y 30 toneladas corresponden únicamente a los termómetros. En los últimos años, los vertidos de mercurio han ido diminuyendo gracias a la recogida y recuperación de este material, pero todavía muchos productos permanecen enterrados o en vertederos. Si no es tratado adecuadamente, se podría transformar en metilmercurio, la sustancia derivada más tóxica. El metilmercurio se acumula en los alimentos, y en especial en el pescado. Las personas que consumen mucho pescado y marisco, en particular en las áreas costeras del Mediterráneo, son los más vulnerables a los daños que produce el metilmercurio en la salud.
Un 85 por ciento del mercurio destinado a los aparatos de medición se encuentra en los termómetros médicos y domésticos. Los aparatos con fines médicos que contienen mercurio, están excluidos de la prohibición porque, según explica el Ejecutivo comunitario, los productos que podrían remplazar al mercurio no están siempre disponibles.
Con su propuesta, Bruselas quiere crear un marco jurídico "más coherente y estable" sobre el mercurio para la industria, ya que en la actualidad las normas varían de un país a otro.
