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Tras quince horas de trabajo continuo, los efectivos del cuerpo de bomberos de protección civil concentran gran parte de su esfuerzo en sacar a otras tres personas cuya voz es audible entre las ruinas. Estas estaban en la cocina de su apartamento en el momento de la tragedia y utilizaron su teléfono celular para informar de su situación.
La semana pasada, seis personas murieron y una resultó herida al derrumbarse dos edificios de madera en Estambul.
Según cifras oficiales, 144 personas estaban registradas como inquilinos en el edificio, situado en la calle Kerkuk, en uno de los barrios más lujosos de la ciudad. En un primer momento se especuló con la posibilidad de que el accidente hubiera sido causado por la explosión de una de las calderas de calefacción.
Pero el jefe de la Brigada de Bomberos de la provincia suroriental de Saiurfa, experto en operaciones de rescate en áreas devastadas por terremotos, frecuentes en Turquía, señaló que en su opinión fue la mala calidad y el deficiente uso de los materiales lo que causó el siniestro. "Está muy claro. El hormigón no era hormigón. Parecía arena. No se usó suficiente cemento y no deberían haber dado permiso para vivir allí", aseguró. El gobernador de Konya, Mustafa Ozkafa, explicó que el edificio fue construido en 1997 por los hermanos Vedat y Sedat Kaya, y que se cree que éste último está sepultado entre los escombros, ya que ocupaba un apartamento del inmueble.
"Parecía un terremoto. Primero vi grietas en la pared. Se hacían grandes. Pude escapar. Después, en 25 segundos, todo el edificio se vino abajo", explicó a la televisión local un joven que sólo sufrió heridas leves. El derrumbamiento de la vivienda ha reabierto el debate en Turquía sobre la calidad de sus construcciones, ya muy criticada tras los mortales movimientos sísmicos que han costado la vida a miles de personas en los últimos años.
