
En busca de Montesquieu
Pedro Schwartz ha comenzado por reconocer que el título de "En busca de Montesquieu" es una mención a Marcel Proust; sólo que en lugar del tiempo perdido lo que le ocupa en su obra son los autores liberales y las experiencias de civilización en libertad que le sirven para identificar “los peligros de la democracia para la libertad”, y ofrecer soluciones para éstos. Defiende, en “feliz expresión de Margaret Thatcher”, un “capitalismo democrático”. Se refirió a Milton Friedman para recordar que para la libertad era necesario “un Estado limitado a sus atribuciones” justas y “un mercado amplio”.
El "ogro filantrópico"
El libro se plantea si “hay modo de defenderse de la opresión de las democracias mayoritarias” y del “ogro filantrópico que nos oprime desde la cuna hasta la tumba”. Para responder a esto, ha estructurado su libro en tres partes, la primera de las cuales es un repaso al pensamiento liberal y a la experiencia del capitalismo en los tres últimos siglos para poder ofrecer “unos argumentos prudenciales en defensa de la libertad”.
De esto citó dos aspectos. Por un lado el pensamiento de Adam Smith, para quien el Estado tenía tres funciones básicas: la defensa frente a las amenazas exteriores, la represión de la delincuencia y de “la coacción de unos individuos sobre otros” y la provisión de ciertos servicios comunes. En este último apartado, Schwartz ha dicho que debería limitarse a la protección de “quienes están totalmente incapacitados” para valerse por sí mismos, y que han sido orillados por el Estado hasta muy recientemente. Y por otro ha mencionado cómo, según los hallazgos de Xavier Sala i Martín, de 1975 a 2000, “pese a que en el mundo somos unos mil millones más de personas, hay unos 400 millones menos de pobres, de personas que viven con un dólar al día o menos”. Algo que se debe al desarrollo de la “mundialización”, como el profesor prefiere llamar a la extensión del mercado en las últimas décadas.
Las "contradicciones" del liberalismo
En la segunda parte, consciente de que “los argumentos prudenciales” no serán suficientes para que los partidarios del “ogro filantrópico” y del igualitarismo “abandonen su tarea de destrucción”, dedica tres apartados a deshacer tres contradicciones o “antinomias” del liberalismo. Por un lado se plantea si es posible casar la naturaleza humana, que se ha forjado en sociedades tribales y cerradas durante milenios, con la sociedad extensa, propia del capitalismo. A su juicio, pese a que “lo que Freud llamaba el malestar con la civilización estará siempre presente”, también perdurará una inclinación a relacionarse y comerciar, formando una sociedad de hombres libres.
La segunda contradicción apunta a la pregunta de si “para ser libre necesitamos que el Estado garantice cierto bienestar”. La respuesta es negativa, ya que la libertad, “como bien dijo Isaiah Berlin, no viene de tener muchas oportunidades de hacer cosas”, sino que de no se nos prohíba decidir sobre lo que nos pertenece, sea mucho o poco. La tercera se plantea cómo mantener la libertad con un sistema electoral, y Pedro Schwartz ha recordado que “la soberanía popular no es la división de poderes”. Ha lamentado que Lincoln alegara la “soberanía popular” durante la guerra y ha declarado asimismo que “nadie es sobrerano” sobre los demás.
En la última parte del libro, Pedro Schwartz se plantea qué se puede hacer para que la libertad prevalezca en este contexto de riesgo de las democracias mayoritarias. No confía en los frenos institucionales, que han demostrado no haber contenido el poder, pero sí en ciertos procesos sociales como “la mundialización de la economía, el desarrollo de nuevas tecnologías que profundicen la división del trabajo y la división del poder, pero del Estado a los ciudadanos, o la competencia fiscal entre naciones y regiones”.