
No recurriré a la manida fórmula de que "no hay palabras", porque las hay y, si no, habría que inventarlas, para comentar el espectáculo de brutalidad rufianesca de Trump y su vicematón Vance contra Zelenski, un resistente antirruso comparable ya a los Sajarov, Walesa o el primer Soljenitsin de Archipiélago Gulag, héroes contra el régimen soviético resoñado por Putin. Pero ni siquiera en la diplomacia de las cañoneras, en la Guerra del Opio, o en la invasión de Polonia por Hitler y Stalin, modelo del reparto de Ucrania que pretende imponer la Casa Negra, se exhibió la brutalidad televisada de los émulos del Padrino chantajeando a un tendero con quitarle la protección que ya le cobraban si no entrega la tienda familiar a la famiglia Corleone.
La grotesca mentira de la Tercera Guerra Mundial
Vance adivinó el futuro cuando comparó a Trump con Hitler. Algo que debe compensar ahora haciendo de Himmler, y usando la US Army como las SS. Pero hasta en una de las páginas más negras de los USA, la guerra de Cuba contra España, Washington, al menos, mintió sobre la explosión del Maine para justificar la agresión. Incluso Hitler, al repartirse Polonia con Stalin, presentó el ataque titulando así la prensa nazi: "Polonia invade Alemania". Todos sabían que era mentira, pero respetaban un cierto nivel de hipocresía, pese a incumplir el tratado firmado con Chamberlain unos meses antes. Es como limpiarse la boca con el mantel, habiendo servilletas. Algo muy feo. Pues a Trump sólo le faltó eructar, y al Vicematón defecar en la alfombra y morder físicamente al invitado, porque moralmente vaya si mordió el perro.
Pero el colmo de los colmos correspondió a Don Vito Trump cuando acusó al pobre, pero dignísimo Zelenski, de provocar la Tercera Guerra Mundial. Al ucraniano, abrumado por el bulliyng de los dos grandullones del patio, le faltó contestar: "Y, por lo que veo, los USA estarían con Putin, ¿no?".
Porque, ¿quiénes formarían los dos bandos de esa guerra mundial? Uno, está claro, Putin y su nuevieja URSS, con los tanques de los países satélites del resucitado Pacto de Varsovia y su doctrina de la "soberanía limitada", naturalmente por Moscú, que los USA siempre combatieron y que la Administración Trump ahora abraza como si la hubieran inventado. La otra potencia mundial, China, está incondicionalmente con Putin, pero no ha enviado soldados a Ucrania, como los penosos de Corea del Norte. Lo lógico es que Pekín deje que se maten otros y reinar sobre sus ruinas.
¿Qué puede hacer Europa ante la defección de los USA?
Vayamos a las ruinas visitables, la Europa de la que llegaron, con la civilización romana y cristiana, la más avanzada de su época en el mundo, los descubridores, evangelizadores y conquistadores españoles y, un par de siglos más tarde, los calvinistas y puritanos que huían de tanta impiedad, pero que, en la tradición española e inglesa del gobierno limitado, pusieron los cimientos del norte de los Estados Unidos, porque el Centro y el Sur de América eran españoles —salvo Brasil, portugués— y hasta la independencia de la Corona de las repúblicas hispanas, mucho más próspero que el Norte. Una independencia, la de los USA, en la que colaboró la España de Gálvez más que la Francia de Lafayette, por sus propios motivos, pero lo hicieron. Conviene recordarlo a estos patanes engreídos, tan lejos del ejemplo de Washington, que pudo ser rey y no quiso. ¡Lo que daría Trump por serlo!
Alguien ha dicho que, después de la traición de Trump, la primera retransmitida a todo el mundo, y aplaudida con entusiasmo por el Kremlin, lo único que puede hacer una Europa realista es pagar lo que cuesta a los USA la guerra de Ucrania, mientras se crea un ejército europeo autónomo para defenderla, que es defender las fronteras de la libertad contra la tiranía de Moscú, de Pekín y de sus nuevos socios, el sicariato de la Casa Negra. Es posible, aunque no seguro, que la oferta le sirva a Trump para vender como victoria la mayor derrota, sin siquiera pelear, desde su Independencia. En todo caso, la ayuda a Ucrania es más urgente que nunca, porque, como también se ha dicho, "Zelenski necesita suministros, no abrazos".
Y además de dinero, la Europa digna de ese nombre, no las mafias de Bruselas que destruyen la economía con su basura ecologista, deben actuar tras las líneas enemigas, en las que están los matones de Washington. Eso significa atacar a todos los aliados de Putin, en la extrema izquierda y la extrema derecha, que en España es medio Gobierno y la Vox de su Amo. El primer trumpista en apoyar la humillación de Zelenski ha sido Abascal, que, dentro de los "Patriotas por la pasta", es de los más comprometidos ante la opinión pública de su país, que lo ha visto defender hasta hace unos meses, y unos millones, lo contrario de lo que ahora apoya con ferocidad.
Para lo que ha quedado Abascal, la Vox de su Amo Trump
Aunque sólo fuera por estética, un español que tanto ha presumido de serlo no debería respaldar la encerrona y el chantaje de los dos matones contra Zelenski. El general Rosety ya ha abandonado Vox, y Ortega Smith ha criticado el seguidismo de Abascal a Trump en su traición a Ucrania. No faltan economistas muy economistas que se resisten a reconocer que su juguete anti-woke está más roto que la credibilidad de Sánchez. Ni bots voxeros que insultan a Zelenski en las redes, al zafio modo zancajesco, en los mismos términos, calcados de los Washington y Moscú. Para eso ha quedado Abascal, para patear al débil que otros han apaleado. Pero ese es el único frente realmente débil del trumpismo, el de los europeos por Putin. Y en él hay que centrar la presión, no la ilegalización, por colaboracionistas con dos dictaduras a cuál más abyecta, las comunistas y las de la mala educación.