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Mitos y realidades del sistema español de pensiones

Las pensiones son de nuevo objeto de polémica. El miércoles, los políticos acordaban en el Pacto de Toledo poner otro parche en el actual régimen; el jueves, los 100 Economistas publicaban su propuesta; mientras, se suceden las peticiones para cambiar del sistema de reparto a uno de capitalización.

En los últimos dos años, los sistemas de pensiones occidentales han sido cuestionados de forma permanente. El aumento de la esperanza de vida, el adelanto de la edad de jubilación y la crisis económica han provocado que surjan las dudas acerca de la viabilidad del régimen que permite cobrar la jubilación a los ancianos occidentales.

En esta discusión, se suceden los artículos, columnas y reportajes que proponen recetas, cambios, parches o modificaciones en el actual sistema. También, están las propuestas de aquellos que quieren cambiar a un "sistema de capitalización" (ver documento adjunto).

Y, por último, los hay que fijan su mirada en exitosos modelos adoptados en los últimos años en otros países, como Suecia o Chile.

El sistema de reparto (el vigente)

¿Qué es?: El régimen de la Seguridad Social vigente en España y en la mayoría de sus vecinos es el conocido como sistema de reparto. Con este procedimiento, los pensionistas actuales no cobran lo ahorrado a lo largo de sus años, sino lo que pagan los trabajadores con sus impuestos. Cada español se gana el derecho con sus aportaciones a que le paguen una pensión cuando se jubile: es un esquema del tipo, "yo pago ahora a mis mayores y confío en que mis hijos me paguen mi pensión cuando me jubile".

Las ventajas: El principal argumento de los defensores del sistema de reparto es su universalidad. Es decir, no deja a ningún trabajador tirado, todos tienen derecho a una pensión por el mero hecho de haber cotizado, incluso aunque su sueldo hubiera sido bajo y no hubieran podido hacer grandes aportaciones. Para los que no trabajen están las pensiones no contributivas, con cargo a los presupuestos, pero esta figura también podría existir con cualquier otro sistema, puesto que no forma parte de la Seguridad Social.

Sostenibilidad: Evidentemente, el sistema depende siempre de que las nuevas generaciones sigan pagando. El problema es que cada vez hay más jubilados, pero menos trabajadores. Por eso, todas las previsiones dicen que a partir de 2020-2025 el régimen entrará en pérdidas. Entonces, sólo habrá dos soluciones: pagar las pensiones con cargo a nuevos impuestos o reducir su cuantía. Para evitar esto es por lo que el Gobierno y el Pacto de Toledo están permanentemente discutiendo su reforma.

Las reformas: Las medidas para conseguir que el sistema sea sostenible siempre van por el mismo lado: retrasar la edad de jubilación (para que haya menos pensionistas cobrando y más trabajadores cotizando) o aumentar la base de cálculo (los años que cuentan a la hora de evaluar cuánto cobra cada uno; como normalmente el sueldo es más alto al final de la vida laboral, cuanto más se amplíe este plazo, más caen las pensiones). También se pretende que sea cada vez más justo, acercando el número total de años trabajados y la cantidad cotizada a la prestación recibida tras la jubilación (ver siguiente párrafo).

El manifiesto de los Cien: La propuesta elaborada por el grupo de los Cien Economistas reunidos alrededor de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada) intenta darle la vuelta al actual sistema para evitar los problemas anteriormente descritos. Es un planteamiento sensato, seguramente uno de los más serios intentos de construir un sistema de reparto justo y sostenible. José Barea ya publicó en LD una columna con una propuesta similar a la conocida este jueves. Pero la pregunta que surge es ¿no podrían evitarse todos estos cálculos con el cambio a un sistema de capitalización?

La política: El sistema de reparto les encanta a los políticos de todos los partidos porque lo manejan ellos. Las pensiones se renuevan año a año en los Presupuestos Generales del Estado. Por eso, crean plataformas como el Pacto de Toledo en la que todos se ponen de acuerdo para no molestarse demasiado. Y les pueden recordar a los jubilados, antes de cada cita electoral, que son ellos los que "han subido las pensiones" año a año. Por la misma razón, nunca acometen un cambio en profundidad, sino que van pactando medidas que se ponen en práctica de forma muy gradual a lo largo de los años, para que la píldora sea más fácil de tragar. Eso sí, para ellos aprueban normas mucho más favorables que las que alaban para el resto de los españoles.

El sistema de capitalización (¿el sueño?)

¿Qué es?: Es un sistema en el que cada trabajador tiene una "bolsa creciente" (se acumula año a año) de dinero ahorrado con su nombre y apellidos, que es la que luego recibe cuando decide jubilarse. Con este régimen, cada uno va acumulando a lo largo de su vida laboral un capital; es decir, él mismo se paga su pensión con lo ahorrado. Normalmente, este dinero se va metiendo en diferentes instrumentos financieros (fondos, acciones,...) que se van recapitalizando a lo largo de los años.

Las ventajas: Evidentemente, el mayor beneficio de este sistema es que permite que cada trabajador haga lo que le dé la gana con su trabajo y su jubilación. Decide cómo quiere invertir su dinero (si con más riesgo o menos) y cuándo se jubila en función de lo que lleva acumulado. Además, como es un dinero de su propiedad, puede legarlo a los hijos, a su mujer o a quien quiera: si muere con 65 años, esos 40 años cotizados no se pierden en el limbo de la Seguridad Social (ni se reducen a menos de la mitad, como en el caso de las actuales pensiones de viudedad). Lo que ha ahorrado sigue existiendo y puede beneficiar a su familia. Y cada ciudadano, desde el minuto uno de su primer día de trabajo, está ahorrando para su jubilación.

¿Insolidario?: Los críticos con el sistema alegan que dejaría muchos cadáveres por el camino (gente que no consiguiera acumular un capital para una pensión digna). Sin embargo, es un régimen que no es incompatible con un fondo público de pensiones que cubra a los más necesitados. Así, el 90% (al menos) de los trabajadores se pagarían su pensión y aportarían un mínimo de su salario para cubrir a aquellos que no lo hubieran podido hacer. En realidad, es algo parecido a lo que pasa ahora con las pensiones no contributivas.

¿Arriesgado?: La segunda gran crítica al sistema de capitalización es que es arriesgado. Como el dinero ahorrado en esa bolsa está invertido en activos financieros, una caída de esos activos podría dejar a un jubilado sin nada a los 64 años. Sin embargo, la experiencia de países como Chile dice que incluso en una época de crisis como la actual, los sistemas privados de capitalización son mucho más rentables que los públicos. En el país sudamericano, hay cinco tipos de fondos admitidos (de más a menos arriesgados), pues bien, las rentabilidades reales medias de 2002 a 2009 fueron del 4% en los fondos E al 9% en los A (y estos no fueron unos años especialmente brillantes en los mercados internacionales). Además, la bolsa, a largo plazo, se ha mostrado como la inversión más rentable y segura.

La transición: El mayor problema para la capitalización es detener la dinámica en marcha. Los pensionistas actuales no han podido ahorrar, con lo que no pueden acceder a un sistema de capitalización. Sus pensiones actuales habría que pagarlas con impuestos, porque no se les puede dejar de lado. Por lo tanto, durante un período de transición, habría que pagar ambos sistemas (hay numerosos estudios sobre cómo podría hacerse de forma paulatina: vendiendo bienes públicos, emitiendo deuda,...).

Los sistemas mixtos (Suecia, Chile...): En los últimos años han sido varios los países que han evolucionado desde un sistema de reparto hacia uno de capitalización. Ninguno de estos ejemplos busca instaurar un régimen privado puro, sino que plantean sistemas mixtos. En estos casos, coexisten una pensión pública, que asegura un mínimo a todos los trabajadores, con una bolsa privada de ahorro que cada ciudadano va acumulando día a día.

Aunque son dos sistemas diferentes, los casos chilenos y suecos son los más conocidos. En ambos países, llevan varias décadas acumulando ahorro para su retiro y las noticias hablan de un gran consenso social sobre la bondad del sistema. Los chilenos, los primeros en dar el paso, han logrado unas pensiones medias por encima de las de sus vecinos. De hecho, aunque la izquierda europea ataca el sistema chileno por ser una creación de Pinochet, ninguno de los gobiernos socialistas que han regido el país en las últimas dos décadas se han planteado nunca renunciar al régimen vigente.

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