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Agapito Maestre

Corazonada no es fe ni razón

Ruiz-Gallardón, en mi opinión, nunca alcanzará la verdad, porque jamás se ha esforzado en comprender –razonar– en lo que cree. Él no cree, sólo tiene corazonadas.

Confieso que he sucumbido a la tentación de escribir sobre las olimpiadas de 2016. Aunque no sé muy por qué, me gustaría que mañana Madrid fuese elegida ciudad olímpica. No obstante, busco las razones de mi preferencia y no las halló. Seguramente, no encuentro razón alguna porque no creo, o sea, no tengo fe en los gobernantes de la ciudad de Madrid, especialmente en su alcalde. Sospecho que algo parecido le pasará a millones de ciudadanos.

Sólo tenemos una corazonada. Un pálpito. Nada que demuestre que Madrid pueda alcanzar fácilmente ser una ciudad olímpica. ¿Corazonada? Sí, sí, ese ha sido el eslogan del Ayuntamiento de Madrid para movilizar a sus ciudadanos, en cierto sentido, para ilusionar al personal, o mejor, prepararlo para que la desilusión no haga demasiada mella. También yo tengo esa palabra, corazonada, en mi memoria. Pero es sólo una palabra vacía. Ojalá me equivoque. Pero me da mal rollo lo de la "corazonada".

Quizá hubiera sido preferible presentar la candidatura recurriendo a la fe o a la razón, que eran las dos fuentes del conocimiento, según el sabio santo Anselmo de Cantorbery. ¿Se imaginan ustedes a Ruiz-Gallardon esgrimiendo la fe? No, sencillamente, porque la fe no es un dato del que parta el alcalde de Madrid para gobernar su ciudad. Del alcalde pueden predicarse muchas cosas, pero ninguna buena acerca de la fe que albergue este hombre sobre los ciudadanos de Madrid. Si este hombre tuviera un poco de respeto a sus ciudadanos, no nos mataría a impuestos y, por supuesto, ya habría retirado las putas de la calle Montera, etcétera, etcétera...

No, no, Ruiz-Gallardón, definitivamente, no tiene fe. ¿Y razón? Tampoco mucha, o peor, quizá ninguna, pues que, siguiendo el argumento del citado San Anselmo, neque enim quaero intelligere ut credam, sed credo ut intelligam, o sea, no se comprende para creer, sino que, por el contrario, se cree para entender. ¿Cuál es la gran creencia, la fe, de Ruiz-Gallardón? Y, sobre todo, ¿cuál es la inteligencia gallardoniana de la fe? Desconocida. Ruiz-Gallardón, en mi opinión, nunca alcanzará la verdad, porque jamás se ha esforzado en comprender –razonar– en lo que cree. Él no cree, sólo tiene corazonadas.

En fin, hoy saldremos de dudas; pero, en verdad, si el alcalde consigue que Madrid sea ciudad olímpica no será ni por fe ni por razón, sino por presunción y negligencia. La presunción desprecia la fe y la negligencia nunca apela de modo inmediato a la inteligencia.

Todo en Ruiz-Gallardón es corazonada. ¡Es otra forma de llamar al oportunismo!

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