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Alberto Míguez

¿Amigos o compadres?

La inesperada carta del ministro de Defensa británico en el The Times denunciando las negociaciones que desde hace once meses mantienen los gobiernos de Londres y Madrid con vistas a resolver el problema de Gibraltar mediante un estatuto de soberanía compartida hispano-británica podría formar parte de la alambicada estrategia negociadora del Foreing Office, que no duda en utilizar cualquier argumento para reducir la resistencia española. Ya se sabe que negociar con los británicos es mucho peor que ir al dentista y que casi siempre, al final de la negociación, se sacan de la manga algún as destinado a minar la moral del interlocutor difícil.

España no tiene más remedio que defender ciertos principios e intereses en este caso. Lo contrario sería irresponsabilidad y locura. Ni Aznar ni Piqué están locos, aunque el fácil optimismo del ministro de Exteriores español a lo largo de toda la negociación haya despertado excesivas esperanzas y podría generar en el futuro mayores frustraciones.

Pero la carta del ministro Geoff Hoon contiene una reflexión preocupante. Dice este señor que si la negociación concluyera en un acuerdo “los intereses militares del Reino Unido peligrarían”. La referencia a la base aero-naval inglesa instalada en el Peñón es palmaria. En la negociación actual, los ingleses han dicho que jamás renunciarían a esta base y que esto constituía una condición previa para cualquier acuerdo. La parte española respondió sugiriendo que la base podría ser de utilización conjunta como las que Estados Unidos tiene en España (aunque para definirlas se utilice la fórmula de “facilidades de uso”) y que sirven tanto a las fuerzas armadas norteamericanas como a las españolas o, en general, a las de la OTAN.

Uno de los argumentos utilizados por británicos y españoles para negociar sobre Gibraltar era precisamente que ambos países eran ahora “aliados y socios”, aliados en el seno de la OTAN y socios comerciales y políticos en la Unión Europea. Mas he aquí que ahora aparece el ministro de Defensa laborista y se saca de la manga que una base integrada en el sistema defensivo de la Alianza atentaría contra los intereses militares británicos si en un momento dado pudiese ser utilizada por las fuerzas armadas españolas. Es un agravio innecesario y que tira por tierra cualquier duda, si la hubiera, sobre las intenciones finales del gobierno de Londres: marear la perdiz para finalmente darle al aliado y socio con la puerta en las narices.

Hay quien asegura que la carta del ministro Hoon es apenas un intento de dificultar o impedir las conversaciones que sobre el contencioso gibraltareño mantendrán Aznar y Blair en la residencia campestre del primer ministro británico el próximo día 20 de mayo. Tal vez, pero las intenciones del ministro en cuestión son las de un Vitorino en plena feria de San Isidro. Ojalá no traduzcan la recóndita voluntad inglesa de romper la baraja.

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