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Alberto Míguez

Los menores, prueba del algodón

Se alejan poco a poco el incienso y los cuchicheos triunfales con que suelen concluir las reuniones que el presidente José María Aznar celebra con dignatarios extranjeros. Los medios, casi unánimes, manejan en estos casos el botafumeiro con tino y entusiasmo admirables. Pero a nadie se le ocurre, por ejemplo, hacer balance de lo que, de verdad salió de estas estas reuniones, aparte de la retórica espesa que suele acompañarlas, las rimbombantes declaraciones finales y los piropos mutuos.
       
Dijo Aznar en Marrakech que el rey Mohamed VI se había comprormetido “personalmente” a luchar contra las mafias del narcotráfico.En un régimen como el marroquí toda decisión del poder, emane del gobierno o de la Corte, parte de un compromiso “personal” del monarca porque se trata de un régimen personal extremo: el rey reina y gobierna. Todo pasa por él, nada le es ajeno.
 
No añade nada adornar con buenas palabras este tipo de promesas que, además, serán fáciles de comprobar en los meses que vienen: si, de verdad, el flujo de pateras y llegadas a las costas andaluzas y canarias disminuye significativamente, el régimen marroquí habrá cumplido con sus promesas y la palabra del rey prevalecerá. Si, como algunos sospechan, la situación se mantiene o empeora tras una leve mejoría inicial, el compromiso “personal” de Mohamed VI para nada habrá servido.
 
Pero la “prueba del algodón” para juzgar las intenciones del gobierno cherifiano tras la sonora reconciliación será la repatriación de los menores marroquíes (casi cinco mil) a su país y su reintegración familiar. Aznar dijo en Marrakech que esta repatriación se iniciaría “inmediatamente”, pero horas después, llegaron las “fuentes diplomáticas” con la rebaja: el proceso será objeto de análisis en una nueva reunión (y van…) a celebrar próximamente (¿cuándo?) en Madrid donde se aprobaría el método escogido para que estos chicos y chicas vuelvan a sus familias.
 
De la celeridad y eficacia en el cumplimiento de este compromiso por parte de Marruecos (firmante, no lo olvidemos, de la Declaración de Derechos del Niño de Naciones Unidas) depende sin duda, la seriedad de los acuerdos asumidos en Marraquech. La historia de promesas incumplidas, compromisos olvidados y declaraciones tajantes diluidas en el tiempo, es larguísima. De modo que, por ahora, hay razones de peso para aplicar aquello de por sus hechos los conoceréis. Veremos, dijo un ciego.
 

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