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Alberto Míguez

Uno de los nuestros

Fue conmovedora la declaración del gobierno francés condenando el golpe de Estado del general François Bozizé en República Centroafricana para enviar a renglón seguido varios cientos de paracaidistas supuestamente para proteger a los ciudadanos galos instalados en aquella lejana y misérrima región.

Los paracaidistas franceses es que no paran. Brazzaville, Costa de Marfil, Congo y ahora, Centroáfrica. Por supuesto, a Chirac no se le ha ocurrido solicitar permiso al Consejo de Seguridad para enviar a sus legiones a tan lejanos lugares. Eso queda para los americanos.

El gobierno francés no debería, sin embargo, preocuparse por el futuro de aquella República porque el nuevo hombre fuerte centroafricano es una creación del colonialismo galo, un fiel y seguro servidor del complejo colonial-industrial que desde hace muchos años domina África central y occidental con mano de hierro y pingües beneficios.

Tampoco debería el gobierno de Paris llorar tan desconsoladamente por la caída del “presidente legítimamente elegido”, Angel Patassé, un truhán corrupto e incompetente que había logrado dejar la economía de su país en una situación todavía peor de la que la dejó el “emperador Bokassa I”, un psicópata antropófago que de vez en cuando le regalaba diamantes a Valery Giscard d’Estaing cuando, por cierto, Chirac era ministro.

Patassé gozaba de la protección nada desinteresada del coronel Gadafi, que le envió un batallón de guardaespaldas al igual que hizo Hassan II de Marruecos con el dictador de Guinea Ecuatorial, Obiang Nguema.

Los sayones de Gadafi fueron sustituidos posteriormente por una tropa heterogénea formada por mercenarios de los países vecinos, pero dado que el gobierno centroafricano se olvidaba de pagarles todos los meses terminaron por marcharse a casa mientras el general Bozizé, que había intentado en dos ocasiones darle un golpe de Estado a Patassé (éste le nombró jefe del Estado mayor en reconocimiento) se refugiaba en Francia y hacía “estudios superiores militares”, un eufemismo de que preparaba con los asesores del ministerio de Defensa galo un cuartelazo con todas las de la ley como así hizo hace unos días. En la asonada le ayudó el presidente del Chad, Idriss, otro pájaro de cuenta.

Lo primero que el general Bozizé declaró al entrar en el desierto y saqueado palacio presidencial de Bangui fue que se respetarían los intereses extranjeros (léase franceses), se mantendría el modelo económico y se elaboraría una nueva Constitución. En cuanto a Patassé, que ahora se encuentra en el Hotel Hilton de Yaundé reponiendo fuerzas, todo indica que será acogido por la ex metrópoli mientras se prepara para otros proyectos. El cuento de nunca acabar.

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