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Amando de Miguel

El estilo

El pequeño vicio de los adjetivos automáticos contamina particularmente los escritos periodísticos. La razón es que los periodistas tienen que escribir con premura.

Está bien el esfuerzo de luchar contra los solecismos (faltas de sintaxis, palabras mal empleadas) y las faltas de ortografía (letras mal colocadas). Pero hay un paso más entretenido y productivo: vigilar el estilo, esto es, la elegancia del habla hasta acercarla a las precisiones de la lengua. El asunto es tan personal y relativo que se hace difícil dar consejos sobre el particular. Es conocido el argumento del estilo vulgar de algunos escritores famosos, como Galdós o Pío Baroja. Sin embargo, esas lumbreras literarias consiguieron una escritura muy atractiva. Si no fuera por la adocenada que resulta la expresión, se podría decir que esos dos escritores son "referentes" esto es, modélicos.

Uno de los recursos del estilo consiste en apear de los consabidos adjetivos que llevan algunos sustantivos. Es una cuestión de equilibrio. Por un lado esos adjetivos, que podríamos llamar automáticos, facilitan el discurso, sobre todo el culto y oral. Pero por otro, eso es lo grave, contribuyen a adocenar el texto. El pequeño vicio de los adjetivos automáticos contamina particularmente los escritos periodísticos. La razón es que los periodistas tienen que escribir con premura. Aun así, harían bien en detenerse un segundo para ver de cambiar el adjetivo automático por otro que mejor le cupiera. Tampoco hay que caer en el otro extremo experimentalista o literario de buscar un adjetivo disparatado. En la prosa de la vida se impone el adjetivo cabal. Veamos un pequeño recordatorio de algunos adjetivos automáticos.

sustantivos adjetivos automáticos (entre otros)

agenda

apretada

nubarrones

densos

calma

tensa

labor

ingente

público

entregado

accidente

trágico

agradecimiento

sincero

El adjetivo de carácter automático suele serlo doblemente cuando se pone delante del sustantivo. A veces es tan poderosa esa carga que permite prescindir del sustantivo. Por ejemplo, "el respetable" (público) o "la benemérita" (Guardia Civil).

El estilo es un juego de automatismo e invención. Son dos polos rechazables de un continuo que es determinante del habla. Cuando se recurren a las palabras automáticas, el discurso resulta fluido, pero puede pecar de tediosidad. Por ejemplo, es fácil adverbiar que a uno le llama algo "poderosamente la atención". Pero la expresión así constituida pierde fuerza, de tan manida como es. El otro extremo es el de la sorpresa que corresponde a una combinación de palabras que no se ha empleado antes. Es el caso de las imágenes poéticas.

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