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Por lo visto, en un artículo anterior mencionaba yo la voz cafre como aplicable a una tribu de negros. Lorenzo Martínez Gómez me corrige o matiza: “Cafre procede del árabe kafir = pagano, y es como los árabes llamaban a los habitantes de lo que hoy es Sudáfrica, porque no eran musulmanes. Por cierto, que los mencionados árabes no viajaban a aquellas tierras de turismo sino para capturar esclavos”. Muy bien, don Lorenzo, tiene usted toda la razón. Entiendo que cafre equivale a esas palabras que designan “los que no son de los nuestros”: bárbaros, gentiles, paganos. Puede que iberos fuera algo así para los griegos o fenicios. El Diccionarios de voces naturales, de Vicente García de Diego, dice que Kaf es onomatopeya de ladrido.
 
José María Navia-Osorio me hace algunas interesantes observaciones, que resumo. Para empezar, reconoce que algunas expresiones que yo traigo aquí como propias de mi infancia zamorana, él las identifica igualmente con su infancia asturiana. Esa coincidencia le lleva a dudar de “la existencia de un idioma asturiano propio”. Opino que quizá sea más cierta la hipótesis de un tronco leonés, hoy en gran parte perdido, del que derivan expresiones dialectales tanto asturianas como zamoranas. Don José María narra una divertida anécdota a propósito de los negros y la corrección política. Se refiere a una guía turística española en Londres. “En su casa hablaban español y utilizaban mucho la frase ¿y no quieres también un negro que te abanique? Para dar a entender que alguien hacía peticiones excesivas. Es una frase que yo también utilizo. La hija de la guía utilizó la frase de marras en el colegio ─supongo que traducida al inglés─. Se formó un escándalo formidable, obligando a los padres a dar todo tipo de explicaciones”. Añado que la frase no tiene en España ningún sentido despreciativo. No la recoge el Diccionario fraseológico de Seco y colaboradores. Se la brindamos desde aquí para su inclusión en una edición posterior.
 
Daniel López-Cañete escribe toda una disertación sobre la voz intérprete. Originariamente es el intermediario en un acto de compraventa: inter pretium (=entre el precio). Añade mi ilustrado corresponsal el equivalente es hermeneús, el que se inspira en Hermes, “el dios de los negocios y de la comunicación; es decir, del intercambio de dineros o de palabras”. Añado de mi cosecha que Hermes o Mercurio era también el dios de los ladrones, o al menos eso dice la leyenda.
 
En una tertulia de la Cope dije yo de pasada y de forma espontánea que majadero venía de majada, el lugar donde se reúnen los pastores. Fernando Crusellas Abián (Zaragoza) me corrige con toda la razón. Dice: “Majadero viene de majar (=golpear)… Es el que importuna, atenta, agota, como si nos golpeara la paciencia y el ánimo”. El Covarrubias, de 1611, señala: “Llamamos majadero al necio, por ser boto de ingenio, como lo es la mano del mortero, a que se hace alusión”. Una variación de majadero es majagranzas, el que machaca las espigas. Don Fernando aporta el equivalente actual: el paliza.
 
Carlos Ruiz Caballero (Murcia) se refiere al habla dialectal de su tierra, cuyo extremo es el panocho o lenguaje huertano. Le interesa una de esas voces, enrobinado, que él utiliza mucho, pero que en Madrid no la entienden. Sugiere que procede del catalán o del italiano. Pues no; robín se deriva directamente del latín: rubigo (= herrumbre, orín). Así pues, enrobiando se dice de un metal oxidado. Si en Madrid no le entienden, don Carlos, es que los madrileños a veces somos muy paletos. No hay que llegar al panocho para describir un objeto de metal como “enrobinado”. Por lo mismo, la voz leja (= estante), que también asimila don Carlos al panocho, se utiliza perfectamente fuera de Murcia, al igual que su equivalente vasar. Tampoco hay que exagerar las peculiaridades dialectales, fuera de las palabras relacionadas con las labores agrícolas o pesqueras, con la vida tradicional.

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