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Amando de Miguel

Las preposiciones

En español cuando se ama a una persona se necesita la preposición “a” para indicar que nos referimos a un ser viviente real o simbólico. Así, “yo amo a mi mamá”, que decían los silabarios. Por la misma razón lo correcto es decir que uno ama a su tierra, se entiende, a las personas que contiene. Pues bien, ahora se nos impone la manía anglicana del “yo amo Nueva York” o “yo amo Marbella”. Se confeccionan así infinidad de pegatinas para los coches. Encima el “amo” se ve sustituido por el perfil convencional de un corazón. Por cierto, esa convención se aleja bastante de la figura real de un corazón humano. Se dibuja normalmente con una doble protuberancia que más parece el perfil de los senos femeninos.

Lo malo es cuando el desliz del “yo amo Matalascañas” de las pegatinas de los coches se lleva al lenguaje culto. “Amo Madrid”, escribe Francisco Umbral en una brillante columna (“Gatos isabelinos”, El Mundo, 21-V-2002). Es evidente que el columnista ama a Madrid desde el mismo día en que llegó al café Gijón. Tampoco es cosa de ahorrarse proposiciones. Dios conserve la salud a Paco Umbral hasta el mismo día de su muerte.

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