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Todo el mundo entiende el extraño poder taumatúrgico de las recetas que firma el médico. Ya por sí solas, ayudan a curar el mal para el que se prescriben. Pues bien, ese mismo efecto mágico se piensa que puede llevarse al terreno de la organización social. Lo malo es que se piden recetas al sociólogo para curar los más variados padecimientos colectivos. Qué hacemos con la droga, el paro, la desigualdad, los inmigrantes, los violentos. Todos quieren recetas instantáneas, a poder ser gratis. No puede ser. Las pasiones y los intereses no tienen remedio posible. Solo cabe entender los males.

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