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Antonio Robles

Refundar el Estado

La sensatez la puso Mariano Rajoy; la demagogia, Rubalcaba; la malicia, Duran i Lleida.

La sensatez la puso Mariano Rajoy; la demagogia, Rubalcaba; la malicia, Duran i Lleida. La multiplicación de los panes y los peces, Cayo Lara, y Rosa Díez anunció el apocalipsis si no tenemos el coraje de refundar el Estado.

Nunca antes había estado tan centrado el presidente de una nación en peligro de extinción. Como los bomberos ante un incendio inabordable, Mariano Rajoy parecía esperar templado y seguro a que las llamas arrasasen una extensión del bosque dada ya por perdida, para que el fuego se devorase así mismo y acabase extinguiéndose. Es la impasibilidad que viene mostrando ante todos y cada uno de los problemas económicos, ante la corrupción y los gestos teatrales independentistas del nacionalismo catalán. Es como si albergase la esperanza de que el secesionismo acabe también devorándose a sí mismo. Allí estaba Rosa Díez para advertírselo: o acabamos con el despilfarro de un Estado sobredimensionado, que hay que refundar, o la nación se desintegra. Trató de ridiculizarla alegando que solo los comunistas catalanes planteaban el disparate. Se olvidó de que ERC, los nacionalistas vascos, Duran i Lleida, incluso los folclóricos aragonesistas metidos a soberanistas, ya lo estaban haciendo, y así lo expusieron. Y él lo estaba consintiendo por la puerta de atrás de la Constitución.

Podrá llamarla profeta o apocalíptica, pero jamás podrá alegar que nunca nadie se lo advirtió. Puede que con su estrategia de manso convierta en feroces españolazos a los nacionalistas. No sería poca cosa. Rosa, sin embargo, prefiere enfrentar el problema y atajarlo con luz y taquígrafos en el Congreso de los Diputados.

Quizás esta beligerancia no sea la mejor solución, pero sin lugar a dudas es imprescindible que se diga, que se oiga, que vaya calando para que la sociedad supere su fatalidad ante los nacionalismos periféricos. Es preciso que los españoles tengan a mano una teoría para refundar el Estado. Sin complejos, con argumentos, de la mano tranquila de la democracia y las leyes. Los nacionalismos no podrán metabolizarse nunca. Si así es, reírle las gracias a ese sepulcro blanqueado de Duran i Lleida es un error y un crimen de Estado. Evitemos su metástasis, enfrentemos el problema, refundemos el Estado. Rosa Díez puso el coraje, y el método. Seguir simulando que no es el problema es la manera más evidente de mostrar el miedo a reconocerlo y enfrentarlo.

Esa fue la única novedad, el resto sólo fue la repetición de los mismos sobados problemas que los políticos han provocado y son incapaces de solucionar. Especialmente indigeribles fueron la demagogia y la irresponsabilidad de Alfredo Pérez Rubalcaba cuando reprochó a Mariano Rajoy y al PP haber jugado con fuego al no respetar la voluntad del pueblo de Cataluña con la reforma del Estatuto y llegar a ese "procedimiento desdichado" del recurso al Tribunal Constitucional. Como es incapaz de controlar la coherencia ideológica y nacional de su partido, hace la pelota a un nacionalismo que le desprecia. De cloaca.

Cuando la retórica de sacristía de Duran i Lleida retumbaba hipócrita: "No tengan miedo a la democracia, respeten la voluntad del pueblo de Cataluña y permitan conocerla", uno tenía la sensación de que hablaba Rubalcaba. ¡Qué hastío!, ¡qué empacho de mentiras de ese hipócrita y falso Duran i Lleida, que exige respeto a la "especificidad lingüística de Cataluña" y afirma sin ruborizarse que cuenta con "el aval científico de la Unesco"! La misma desvergüenza mostró cuando se inventó aquello de que el tope de la solidaridad entre los länder alemanes era del 4 %. 

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