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Cristina Losada

Las purgas de Rajoy

Dejemos, pues, a un lado, el espinoso tema del terrorismo, el desagradable asunto de la imposición lingüística, la engorrosa cuestión del adoctrinamiento, y entendámonos con el partido del referéndum secesionista.

El viaje al "centro" y la "moderación" del PP están llenos de sorpresas. Lo están, de hecho, desde el mismo punto de partida, pues se supone que nunca dejó de ser moderado y centrista. Hay que precisar que se trata de "sorpresas" predecibles. Lo son desde el instante en que Rajoy salió al balcón de Génova la noche de autos, esto es, del 13 de marzo, y dio señales de zozobra que a no mucho tardar se confirmarían. Aquello era un naufragio. Se iba a fletar otra nave con distinta tripulación para izar las banderas susodichas, y ello a pesar de que no se habían arriado. Cosas veredes.

Y vemos. Vemos que después de incorporar y aprobar en sus últimos congresos tesis que alertaban claramente del peligro de disgregación y que instaban a frenar e invertir ese proceso, los PPs se proclaman, con renovados bríos, vasquistas, catalanistas, galleguistas o andalucistas. Lo hacen, tal vez, con la ilusión de que, prendido ese sucedáneo de nacionalismo en la solapa, evitarán que los etiqueten como anti-catalanes, anti-vascos, anti-gallegos, etcétera. Se aprecia el sentido de asimilar a los "críticos". Así se sortean las Escila y Caribdis de los congresos sin reconocer que se haya cambiado un solo principio; y después la mutación prosigue.

Por si no quedara claro el nuevo rumbo, Basagaoiti acaba de confesar, desde las páginas del portavoz oficioso de los recogenueces, que siempre ha sido partidario de entenderse con ellos en los "asuntos que son buenos para la ciudadanía". Dejemos, pues, a un lado, el espinoso tema del terrorismo, el desagradable asunto de la imposición lingüística, la engorrosa cuestión del adoctrinamiento, y entendámonos con el partido del referéndum secesionista, el partido que ha despreciado a las víctimas del terrorismo, el que trata como escoria a los no nacionalistas, el que incita al odio contra los españoles y el que ha negociado y pactado con ETA y volverá a hacerlo. Subordinemos, en fin, los principios a la táctica. Siempre, claro, por el bien general.

Un periplo cargado de paradojas ha emprendido la nao genovesa. Los "moderados" que la pilotan trabajaron inmoderadamente por apartar a María San Gil, hasta entonces símbolo intocable y por doquier paseado de la firmeza ante el terrorismo y el nacionalismo. Y lo consiguieron. Otros han tenido y tendrán parecido destino. Pues ha decidido el PP tratar con guante de seda a esa criatura de ficción que llaman "nacionalismo moderado", pero no se anda con tantos miramientos a la hora de la purga interna. Se trata de que no quede ni rastro de que una vez ese partido fue una muralla frente a la fragmentación que avanza bajo pabellón nacionalista y socialista. Como si fuera un pasado incómodo del que nadie debe acordarse.

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