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Diana Molineaux

El deseado hispano

Siete años después de la fiebre anti-emigrante que costó al Partido Republicano el gobierno y la legislatura de California, el presidente Bush trata de repetir en todo el país su experiencia de Texas y de recuperar el voto hispano que tiene la clave de las elecciones del 2004 y posiblemente de la mayoría en el Congreso en el próximo año. Las leyes que los republicanos aprobaron al conseguir la mayoría en las dos cámaras del Congreso en 1994, recortaron los derechos de los residentes extranjeros, aunque fueran legales, pero los republicanos respondían en realidad al sentir del país y el presidente Clinton firmó sin intentar siquiera vetar esas leyes.

En California, el gobernador del estado se sumó a la corriente general y la consecuencia fue que perdió estrepitosamente las elecciones. Hoy, el estado más rico, poblado y con la mayor representación en el Congreso, está sólidamente en manos demócratas y probablemente por mucho tiempo. George Bush trata ahora de deshacer el camino andado por sus correligionarios ofreciendo a los hispanos atencion, invitando a sus lideres siempre que puede a la Casa Blanca y dándole también lo que más les interesa, que es la posibilidad de traer a sus familiares. Ha pedido al Congreso fondos para mejorar los servicios de inmigración con un objetivo que es un sueño para los inmigrantes: resolver las peticiones, que en algunos estados languidecen hasta casi 6 años, en un plazo máximo de 6 meses.

Para los demócratas, que tradicionalmente se apoyan en las nuevas oleadas de inmigrantes y que llevan el manto de la compasión, es todo un desafío, pues han de escoger entre los inmigrantes sin derecho a voto y los poderosos sindicatos que les financian y quieren limitar cualquier competencia para los puestos de trabajo de sus afiliados. Los mismos sindicatos llevan a los demócratas a oponerse al Tratado de Libre Comercio (TLC), que Bush quiere negociar con todo el continente por la vía rápida. La fuerza de los sindicatos es tal, que Bill Clinton sólo consiguió apoyo para el TLC entre México, EEUU y Canadá, gracias a los votos republicanos porque los demócratas votaron mayoritariamente en contra.

La experiencia de México, que se beneficia a ojos vistas del TLC de Norteamérica, hace el tratado apetecible a los demás países y cabe esperar que los republicanos recuerden a los votantes hispanos que sus familiares en Colombia, Honduras o El Salvador tienen el camino cerrado por los intereses demócratas.

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