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EDITORIAL

La UE y el apaño con Libia

Una cosa es la elasticidad y la opción por el mal menor, y otra cosa muy distinta quedarnos en el corto plazo sin tener presente los contraproducentes efectos que a la larga pueden tener las nihilistas componendas con regímenes tan abyectos como el libio

En una conferencia de prensa tras la liberación en Sofía de las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino condenados a muerte en Libia, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ha asegurado que ni Francia ni Europa han puesto "un euro" para que las autoridades de Trípoli accedieran a extraditarles a Bulgaria. Lo cierto, sin embargo, es que tras la resolución de esta crisis la comisaria europea de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero, ha anunciado que la Comisión Europea propondrá a los veintisiete estados miembros un mandato para negociar un ambicioso acuerdo que permitirá normalizar las relaciones con Libia y en el que, junto a la apertura del mercado europeo a las exportaciones de aquel país, facilidades para la obtención de visados, cooperación contra la inmigración ilegal o vigilancia de fronteras, se incluye el compromiso de abrir un fondo "de carácter voluntario", en el que podrán contribuir los donantes del mundo que lo deseen y con el que se pretende devolver el casi medio millar de millones de dólares que las autoridades libias han pagado a las familias de los niños enfermos.

Prueba de que en este caso sí se ha aplicado una política de "palo y zanahoria", es que el propio Sarkozy ha pedido "más pragmatismo en la resolución de problemas internacionales", tras anunciar que este miércoles realizará un "viaje político" a Libia que se enmarca en su deseo de "ayudar" al país norteafricano a "reintegrarse en el concierto de naciones". En esta misma línea utilitarista, ya decía el propio Santo Tomás de Aquino que "muchas cosas útiles impediríamos si prohibiéramos a rajatabla todos los pecados".

Ahora bien, una cosa es la elasticidad y la opción por el mal menor, y otra cosa muy distinta quedarnos en el corto plazo sin tener presente los contraproducentes efectos que a largo plazo pueden tener las nihilistas componendas con regímenes tan abyectos como el que impera en Libia. Lo que está claro es que este conflicto no tenia fácil ni limpia solución. A la luz de lo acontecido hay razones para argumentar que las presiones internacionales sobre el régimen de Gadafi han tenido éxito, como también las hay para alegar que asistimos a una simple y nueva cesión de Europa ante regímenes que pisotean a diario el Estado de derecho. El tiempo dirá si con la negociada y bien retribuida liberación de estas cooperantes, el régimen libio ha dado uno de los innumerables pasos que aún le queda por dar para "reintegrarse en el concierto de las naciones" o, por el contrario, se ha enviado una contraproducente señal a ese país y a otros de las zona para que sigan el paso de utilizar los derechos humanos como moneda de cambio.

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