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Emilio J. González

Dejémonos de experimentos

si somos europeos, lo somos para todo, no sólo para lo que nos interesa, y eso es algo que debe tener siempre presente el Gobierno

¿Qué sentido tiene que, a estas alturas, el Gobierno español pueda estar pensando en poner nuevas trabas a E.On para evitar que la eléctrica germana se haga con el control de Endesa, una vez que ha modificado las condiciones impuestas a la compañía alemana y ésta las ha aceptado?

Desde el punto de vista político, hoy han desaparecido los motivos que tenía el Gobierno de Zapatero para empecinarse en su oposición a que E.On se quedase con Endesa. El inicio de todo era el Pacto de Tinell, por el cual, Zapatero se comprometía a que Cataluña tuviera una eléctrica propia. De ahí nació la OPA de Gas Natural sobre Endesa. Pero aquellos eran otros tiempos; eran los tiempos del tripartito presidido por Maragall y protegido y defendido por Zapatero. Pero Zapatero ahora quería otra cosa muy distinta: quería que los socialistas catalanes pactaran con CiU el nuevo Gobierno de la Generalitat y, sin embargo, Montilla decidió lo contrario, esto es, la reedición de una alianza en cuya contra se situó Zapatero en los últimos meses. Por este motivo, el presidente del Gobierno provocó la caída de Maragall y el adelanto de las elecciones catalanas, con el fin de modificar la escena política catalana y permitir que CiU asumiera responsabilidades de Gobierno al tiempo que buscaba su apoyo en el Parlamento nacional en sustitución de ERC. Pero Montilla, una vez conocidos los resultados deparados por las urnas, decidió seguir otro camino y reeditar el tripartito. Si Zapatero no está de acuerdo con ello, desde esta perspectiva, el Pacto de Tinell ya es papel mojado y, en consecuencia, el presidente del Gobierno queda liberado de su compromiso de dar a Cataluña una empresa eléctrica.

Ahora queda la cuestión de si, desde el punto de vista político, es conveniente o no que una empresa de la importancia de Endesa esté en manos de una compañía extranjera. Pues bien, todos, sin duda, desearían que Endesa siguiera siendo española con todas las consecuencias, pero no a cualquier precio. España forma parte de la Unión Europea, donde existen unas libertades básicas como la de circulación de capitales o la de establecimiento que vulnerarían las posibles trabas a que E.On se quedase con Endesa. Pero tengamos en cuenta un segundo elemento: ¿qué hubiera pasado si E.On no hubiese interferido en los planes del Gobierno? Pues que éste hubiera forzado la situación al máximo para que Gas Natural se quedase con Endesa, fuera como fuera, y hoy tendríamos esa empresa eléctrica catalana, que es el elemento de la estructura de una economía que le falta a Cataluña para que cualquier proyecto independentista sea viable desde el punto de vista de las infraestructuras económicas. La entrada de E.On en la puja por Endesa ha implicado un serio obstáculo a las pretensiones independentistas. En consecuencia, ¿por qué ponerle más trabas cuando ello lo único que va a acarrear es más enfrentamientos con la Unión Europea y con Alemania, cuando España se juega tanto en ese terreno? Nuestro país pide a la UE ayuda para resolver el problema de la inmigración que nosotros mismos hemos agravado y luego nuestros políticos se lamentan de que Europa nos dé la espalda en este sentido. Señores, es que si somos europeos, lo somos para todo, no sólo para lo que nos interesa, y eso es algo que debe tener siempre presente el Gobierno.

Por supuesto que lo ideal hubiera sido que nunca se hubiese planteado la cuestión de la posible pérdida de Endesa, pero, en parte, este es el juego económico dentro de la UE y, en parte, esta situación ha sido provocada por las maniobras políticas de Zapatero para favorecer a unos socios en el Gobierno catalán y unos apoyos en el Parlamento nacional que después, tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos, decidió cambiar sin que los socialistas catalanes, por lo que hemos visto estos días, tengan la menor intención de secundar a Zapatero. En todo este asunto, España ya ha perdido mucho en términos económicos: ha perdido credibilidad, ha dado la sensación de ser un país donde la seguridad jurídica no tiene mucho valor, ha puesto en entredicho a instituciones básicas como la CNMV o la Comisión Nacional de la Energía y se ha enfrentando, innecesariamente, con una Unión Europea y una Alemania a las que tanto necesita España para seguir prosperando. En consecuencia, lo mejor sería dejar las cosas como están en estos momentos y no complicarlas más, que bastante complicadas están ya de por sí, y dejarse de experimentos y movimientos extraños porque todo esto ya nos está costando muy caro.

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