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Fray Josepho

'Genios del trinque'

Si no sueltan una carcajada cada dos páginas, o son ustedes sociatas, o son devotos del Estado de las Autonomías, o son unos sosos de mucho cuidado.

Si no sueltan una carcajada cada dos páginas, o son ustedes sociatas, o son devotos del Estado de las Autonomías, o son unos sosos de mucho cuidado.

Lo primero que llama la atención del libro que nos ocupa es justamente lo primero que tiene que llamar la atención de cualquier libro: el título. Para eso está. Los que acostumbran a leer a Pablo Molina en Libertad Digital saben que domina la difícil suerte de poner títulos. Citaré algunos de los últimos: "Los sobrecogedores del Cabrón", "¡Mira quién trinca!", "Robar a los pobres para dárselo a los progres"... (Si quieren más, aquí los tienen todos).

Pues eso: el título de esta obra no desmerece la contundente maestría tituladora de Pablo Molina. Sin embargo, ha habido algún funcionario picajoso que ha creído que la obra es una diatriba contra los funcionarios públicos. Y no.

Confieso que empecé el libro pensando que me iba a encontrar con otro ensayo satírico de Molina. Una especie de catálogo de formas autonómicas de trinque. Pero me encontré con una novela. Una novela cuyo protagonista, y a la vez narrador, nos cuenta sus vicisitudes como funcionario de una autonomía de cuyo nombre no quiere acordarse. En Genios del trinque nos enteramos de las desventuras de Juan Martínez (así se llama el joven administrativo que obtiene por oposición su plaza en una recién nacida Junta autonómica de principios de los 80) y de un conjunto de personajes (unos hilarantes, otros repugnantes y otros tiernos) que pueblan las covachuelas de una innominada consejería.

El protagonista nos narra la ocupación socialista de la administración en esos años en que, tras el hundimiento de UCD, el PSOE se había convertido en la fuerza hegemónica en casi toda España. Nos relata la desvergüenza con que confundían (y confunden) el partido con el Estado. Nos explica cómo se iban llenando de enchufados las dependencias oficiales. Nos desvela cómo esos enchufados pasan de la interinidad a la plaza vitalicia sin esfuerzo alguno. Nos hace ver cómo proliferan los chanchullos, los enjuagues y la arbitrariedad. Nos revela el modo de anestesiar a la sociedad a base de subvenciones. Nos pormenoriza las ilegalidades y los nepotismos. En suma, nos informa de cómo se cuecen los trinques, y lo hace justamente desde dentro de uno de los fogones de la trincancia. Porque los de fuera sabemos lo que se guisa, pero no conocemos exactamente con qué recetas, ingredientes, condimentos y técnicas se cocina el plato del trinque desde que sale del bolsillo del contribuyente hasta que acaba en la andorga del trincador.

¿Y cómo sabe Molina todo esto? Pues se lo revelaré, queridos lectores. Pablo Molina, tan liberalote que parece, tan del Instituto Juan de Mariana, tan partidario del sector privado... resulta que trabajó casi veinte años como funcionario en la Región de Murcia. Al servicio de una administración socialista. Y en un negociado, además, que se dedicaba fundamentalmente a adjudicar subvenciones. Es decir, que Molina no es otra cosa que un converso. Alguien que tal vez desea descargar su conciencia, y como no se atreve a hacerlo con su nombre y apellidos (quizá temeroso de alguna querella o, peor, de una venganza mafiosa), decide escribir una novela. Es como el tipo que llega al médico y le dice: "Doctor, mire, es que un amigo mío resulta que tiene problemas de erección, ¿sabe? Lo que pasa es que no se atreve a venir. ¿Usted qué le aconsejaría?".

Hemos de leer, por tanto, esta novela con un punto de compasión por alguien que viene del lado oscuro. Aunque digamos también que ese Juan Martínez, trasunto del autor, es el bueno de la novela. Un tipo que ve –y sufre– los chanchullos, los trinques y las arbitrariedades, pero que actúa con una casi heroica mentalidad de resistente. Un tipo que, al final... Bueno, mejor no les destripo el final. Les anticiparé solamente una cosa: también sale el desembarco del PP en la administración autonómica. Y hasta ahí puedo leer.

Y digámoslo ya, antes de que se acabe la reseña: Genios del trinque es novela, es denuncia, es descargo autobiográfico, es análisis sociopolítico, es repaso histórico, es un poco también memoria sentimental, pero sobre todo es un libro de humor. Si no esbozan tres sonrisas y sueltan una carcajada cada dos páginas, o son ustedes sociatas, o son devotos del Estado de las Autonomías, o son unos sosos de mucho cuidado.

Personalmente, la primera carcajada la eché al leer la dedicatoria. Permitan que la reproduzca:

Agradezco a mi querido Mario Noya, director del espacio literario LD Libros en esRadio, el esfuerzo de haber leído el original, así como sus valiosas aportaciones a lo largo del proceso de elaboración de este libro. Los errores, inexactitudes, anacolutos o despropósitos literarios que puedan contener estas páginas son responsabilidad exclusivamente suya.

Pues eso, gracias a Mario Noya por haber limpiado la novela de errores, inexactitudes, anacolutos y despropósitos. Por lo demás, gracias a Pablo Molina por hacerme pasar un rato magnífico leyéndola.


Pablo Molina: Genios del trinque. Autobiografía no autorizada de un funcionario autonómico. Libros Libres, Madrid, 2013, 162 páginas.

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