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Charada con Irán

A estas alturas de la película ya debería estar clara una cosa: que los iraníes se consideran con todo el derecho del mundo a dotarse de los componentes nucleares para fabricar un arma atómica y que tienen la voluntad de hacerlo

Sólo una persona de portentosa memoria podría recordar cuántas veces han prometido los iraníes suspender su programa nuclear, en cuántas ocasiones han afirmado, no obstante, su derecho a retomarlo y en cuántas otras ha accedido a no hacerlo de momento, si las negociaciones con los tres europeos, Londres, París y Berlín, seguían adelante. En la semana pasada hemos sido testigos, una vez más, de esta dinámica. Teherán anuncia su descontento con las conversaciones con los europeos y su voluntad de reanudar su programa de enriquecimiento; Blair, erigiéndose en portavoz europeo, avisa de que llevaría el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU para discusión de las posibles medidas a adoptar; y, finalmente, en pocas horas, los ayatolás iraníes vuelven a decir que se pliegan a seguir negociando por un tiempo. Otro episodio de su táctica dilatoria tan bien recibida por los tres tenores de la UE y el resto de sus socios.
 
A estas alturas de la película ya debería estar clara una cosa: que los iraníes se consideran con todo el derecho del mundo a dotarse de los componentes nucleares para fabricar un arma atómica y que tienen la voluntad de hacerlo. A lo que están jugando no es sino a ganar tiempo y a dividir al mundo. Por un lado los representantes del talante, el diálogo y la buena disposición, esto es, los europeos; y, por otro, los detentadores del palo y las amenazas, los Estados Unidos.
 
Lo que Teherán sabe es que en estos momentos Norteamérica está concentrada en resolver el problema de Irak y que en tanto en cuanto la situación militar en ese país no se resuelva, ninguna opción militar es muy creíble. De ahí su juego con los europeos.
 
Con todo, el verdadero problema es que la aparente cohesión entre los tres, como suele ocurrir en estos procesos diplomáticos, como ya se vio respecto al Irak de Saddam Hussein en su día, se está resquebrajando. La Francia de Chirac ha dado muestras de que podría aceptar la congelación del programa de enriquecimiento iraní, a pesar de que la postura oficial de los tres es demandar el total desmantelamiento del programa. De ahí que el factor tiempo juegue a favor de Teherán. Tarde o temprano, los europeos se verán enfrentados y divididos. Y si los americanos siguen absortos por Irak, no habrá nadie que les pare.
 
Por eso es muy importante que los tres europeos lleguen al convencimiento de que la ruta diplomática que ellos eligieron está agotada. Cuanto antes se lleve el caso a Naciones Unidas, mejor. Y todavía mejor si empezaran a pensar en medidas diplomáticas, políticas y económicas de presión sobre Irán. Seguir bailando a su ritmo es lo peor que podría hacerse en estos momentos.

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