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Falsas esperanzas

Lo único claro es que, por ahora y a pesar de haber perdido las elecciones, Hizbolah continuará siendo un Estado dentro de un Estado. Con españoles de por medio.

El mismo día de los comicios europeos, pero con mucha menos repercusión mediática, Líbano afrontaba su cita electoral ante la mirada de alrededor de 13.000 cascos azules, 1.100 de ellos españoles. En contra de casi todas las estimaciones, la coalición prooccidental "14 de marzo" venció frente a la alianza prosiria –liderada por el grupo terrorista Hizbolah–adjudicándose 71 de los 128 asientos al Parlamento y revalidando su mayoría. La clave la han tenido los cristianos, y no el discurso de Obama en El Cairo, como proclaman algunos obamistas europeos.

Se esperaba un triunfo de los chiíes del Partido de Dios, una victoria que habría planteado varias cuestiones sobre el futuro estatus de la fuerza de la FINUL en el Líbano, la presencia de las fuerzas armadas libanesas en el sur del país o el control de las fronteras con Siria e Israel. Afortunadamente no ha sido así, pero la victoria del "14 marzo" tampoco garantiza la gobernabilidad del país, no excluye un posible recrudecimiento del conflicto civil y no facilita el trabajo de los cascos azules.

Aunque el líder chií Hassan Nasrallah ha admitido la derrota, también afirma que la mayoría parlamentaria es distinta de la mayoría popular. Ha reiterado el rol de resistencia de Hizbolah, la legitimidad de su arsenal de armas y el hecho de que Israel sea un Estado enemigo. Son para él puntos que no se cuestionan ni se negocian y que harían imposible la gobernabilidad libanesa.

Mucho tendrían que cambiar las cosas dentro del complicado puzzle libanés para que Hizbolah no continúe reforzando su control del país a pesar de haber perdido las elecciones. Es lo que ha hecho durante los últimos dos años, en los que ha demostrado su habilidad para obstruir la vida política del país. Nadie le va separar de sus armas, ni va a dar al traste con su plan de desarrollo militar con vistas a una posible próxima guerra con Israel, mucho más larga. Ya posee más misiles que en junio de 2006 y está construyendo defensas subterráneas mientras continúa recibiendo millones de dólares de Irán para sus programas militares. Y todo ello en las mismas narices de la FINUL, una presencia que Nasrallah ha afirmado recientemente que no aprueba.

La coalición liderada por Hizbolá no ha ganado las elecciones, pero sí ha ganado en sus feudos tradicionales, como en Marjayoun, donde está la base española Miguel de Cervantes. Allí reina ahora una tensa calma mientras algunos se preguntan si algún día la zona dejará de ser utilizada como base de la violencia contra Israel y sus ciudadanos, y otros cuentan las células de Al-Qaeda que operan en el sur del país. Lo único claro es que, por ahora y a pesar de haber perdido las elecciones, Hizbolah continuará siendo un Estado dentro de un Estado. Con españoles de por medio.

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