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La conexión occidental

Es la conexión occidental la que constituye el hecho preocupante: es habitual que activistas proislamistas de extrema izquierda hagan propaganda política contra Israel y favorezcan la imagen de Hamás en el exterior, moviéndose en círculos radicales.

Según pasan las horas, se confirma la presencia a bordo de islamistas turcos que iban directamente a enfrentarse con los israelíes. Aunque hay dificultades para identificar a los turcos fallecidos en el barco, vamos conociendo detalles. En total, se calcula que había unos cuarenta o cincuenta islamistas a bordo, que fueron los que llevaron el peso de los enfrentamientos con los soldados israelíes y organizaron a los demás. Tres de los nueve muertos habían declarado a sus familias –a la salida en el puerto de Estambul–, su intención de ir a inmolarse camino de Gaza: Sabir Ceylan, Alí Haydar Bengi, Eli Ekber Yaratilmis buscaban el martirio a bordo de la flotilla, y no eran los únicos porque la mística del martirio estuvo muy difundida en los círculos del IHH turco en los días previos. Esta organización islamista está desde mediados de los noventa en la lista negra de fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia occidentales por su relación con la yihad mundial.

Los violentos activistas turcos forman el primer grupo de los embarcados. Pero más preocupante es la conexión occidental en el episodio, esto es, el segundo gran grupo: activistas profesionales europeos y americanos encuadrados en una iniciativa abiertamente proislamista que incluía, como ya sabemos, personas dispuestas a morir matando. Además de los turcos y musulmanes residentes en otros países, y pertenecientes a organizaciones proislamistas, el grueso de la presencia occidental a bordo de la flota lo formaban activistas de organizaciones radicales antisistema y de extrema izquierda, habituales en movilizaciones y campañas de fuerte contenido antisemita, pero también comunista o antiglobalización. A este perfil políticamente ultraviolento y radical pertenecen los activistas, españoles, irlandeses o franceses, sorprendidos a bordo.

Además había un pequeño número de personalidades, políticos de partidos izquierdistas, algún profesor universitario e incluso un Premio Nóbel. Sólo una minúscula minoría residual pertenecía a alguna organización de carácter humanitario o cooperante; pero la gran mayoría de los europeos embarcados pertenecía a organizaciones de carácter político extremista, cuya intención explícita no era llevar ayuda a Gaza, sino denunciar y romper el "bloqueo" israelí. La marcha naval sobre Gaza era sólo el acto final de una operación más amplia, coordinada por las islamistas IHH y Free Gaza, en la que se encuadraron todas ellas.

Es la conexión occidental la que constituye el hecho preocupante: es habitual que activistas proislamistas de extrema izquierda hagan propaganda política contra Israel y favorezcan la imagen de Hamás en el exterior, moviéndose en círculos radicales, desde castristas a independentistas y anticapitalistas. Pero el salto cualitativo se ha dado cuando han comenzado a participar en operaciones violentas, dirigidas cuidadosamente por el cinturón exterior de Hamás, que ponen en riesgo sus propias vidas. Ese pasar de denunciar el "conflicto" a participar abiertamente en él codo a codo con los mártires islamistas es lo que traerá problemas en el futuro, tanto diplomáticos como legales.

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