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Papelón español

La oposición guineana tiene motivos de sobra para echar en cara a los españoles esa buena dosis de racismo con la que tradicionalmente los progres de salón han defendido que la democracia y los derechos humanos no son prioritarios en África.

Vaya papelón el de los diputados españoles que viajaron a Guinea Ecuatorial para cumplir con el papel de observadores en las últimas elecciones. Acababan de certificar que los comicios celebrados el pasado 4 de mayo habían marcado una mejora respecto a ediciones anteriores, y justo entonces la oposición anuncia una nueva víctima mortal de la estrategia con la que el dictador Teodoro Obiang se ha asegurado, una vez más, un triunfo apabullante con el 99% de los votos. El asesinado, Pedro Oyono Ayiingono, había cometido dos graves delitos: ser hermano de un opositor y no haber ido a votar. Así que los esbirros de Obiang le detuvieron y, para disuadir a los que tuviesen la tentación de incitar con su ejemplo a la baja participación electoral, castigaron a Oyono con una sesión de tortura tan salvaje que el desafortunado cayó en un coma profundo que le llevó a la muerte una semana después.

Los diputados españoles (del PP, PSOE y CiU) aseguran no haber sido testigos de las irregularidades que, según la oposición guineana, convirtieron la misma jornada electoral en una burda farsa. Admiten que hubo cosas que no están bien, como el haber negado el visado de entrada a la prensa española que quería asistir a la jornada electoral. O las "profundas imbricaciones" entre los mecanismos que debían garantizar la neutralidad y la objetividad y el aparato del estado. Pero, a juzgar por el comunicado que redactaron antes de que se hiciesen públicos los resultados del escrutinio, su estado de ánimo era optimista: las autoridades guineanas les habían asegurado que esos problemillas no se volverán a repetir en el futuro. Pero lo que ellos habían constatado en su periplo es que el nuevo pucherazo obianguista constituye un "nuevo paso" en el proceso de democratización de la antigua colonia española y un "avance en materia de garantías electorales".

La responsabilidad de los señores diputados no puede pasar desapercibida: ¿se imaginan que una delegación de los Comunes hubiese asistido en Zimbabue a las últimas elecciones y hubiese justificado el pucherazo de Mugabe con un "no fue perfecto pero va mejorando y nos ha prometido que lo hará mejor la próxima vez"?

La oposición guineana tiene motivos de sobra para echar en cara a los españoles esa buena dosis de racismo con la que tradicionalmente los progres de salón han defendido que la democracia y los derechos humanos no son prioritarios en África.

También hay que echarse a temblar ante la perspectiva de que la tolerancia de esta delegación parlamentaria enviada por el Ministerio de Exteriores sea fruto de esa entente entre PP y PSOE con la que Rajoy planea abrirse camino en el electorado español. Con ello, Obiang podría a partir de ahora sumar a la complicidad del Gobierno de Zapatero con sus crímenes la del segundo partido español.

De hecho, Guinea ha pasado de tapadillo en el debate parlamentario sobre el decálogo propuesto la semana pasada por el ministro Moratinos para consensuar con el PP la política exterior. Ni una mención por parte de los políticos españoles al nuevo drama que acaba de consumarse en el único país hispano al sur del Sáhara, ni tampoco ninguna referencia de condena al asesinato de Oyono durante el festín solidario con que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega quiso demostrar al electorado socialista el hondo compromiso de su Gobierno con los pobres de África en su gira a Níger.

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