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Televisiones españolas

José Blanco es sólo la imagen de una buena parte de españoles, a la que se les está presentando a los israelíes como los nuevos monstruos de Oriente Medio. Sus constantes declaraciones son la grotesca consecuencia de la desinformación televisiva.

Como viene ocurriendo en los últimos años en determinados temas, las televisiones españolas, con pocas excepciones, están haciendo un monumental esfuerzo de desinformación y ocultamiento de la verdad sobre Oriente Medio. Algunos de ellos lo hacen conscientemente, creyendo que así refuerzan su carácter progresista; otros sirven inconscientemente al antisemitismo que afecta a la Europa pacifista y hedonista.

Encender hoy la televisión es acceder a un mundo oscuro donde los pobres inocentes son perseguidos por las calles por implacables máquinas de guerra, donde mujeres y niños son asesinados en masa por armas voladoras, donde el Mal se ha desatado sobre un país pacífico e inocente situado junto a unas playas tranquilas y de aguas limpias. Las televisiones presentan al perverso Israel, el país que parece fabricar el horror, el terror, la destrucción, el sinsentido.

Las imágenes que nos muestran de Líbano se reducen a dos tipos, derivadas de la naturaleza de nuestra sociedad y nuestros medios. En primer lugar, los medios de comunicación son cada vez más siervos de la imagen. Periódicos y televisiones abren mostrando obsesivamente los edificios más espectacularmente destruidos, las ruinas más apocalípticas. No todo es así, pero cuanto más humo y fuego, mejor; si el plano no es grotescamente dantesco no vale para el prime time de las nueve de la noche.

En segundo lugar, en los medios de comunicación españoles hay una carrera por ganar el premio del sentido humanitario y del compromiso con los débiles. Así se dedican a mostrar lo que llaman el "lado humano" de la guerra; es decir, a meterle el micrófono al tendero, al taxista, al desplazado libanés que braman indignados contra Israel, que ha llevado a sus casas la guerra que Hezbolá exportaba desde ellas al norte de Israel. No todos los libaneses lo viven así, pero las caras desencajadas y las blasfemias antijudías venden mejor en titulares que la respuesta serena y la vida tranquila con que muchos libaneses soportan la guerra.

Ambas cosas son legítimas; a condición, al menos, de no reducir a ellas toda la información. Cuando determinadas imágenes infernales y determinados testimonios de furiosos libaneses ocupan todo el espacio informativo, entonces la conclusión será que los israelíes desatan la destrucción total y el sinsentido sobre el Líbano y persiguen y aniquilan a su inocente población civil, que se queja desesperada ante el Apocalipsis.

Los continuos desvaríos de José Blanco no son sólo fruto de un progre elevado a la cúspide político-mediática. Son las palabras de una clase política que devora telediarios con la avidez del ignorante venido a más y convertido en analista por accidente. José Blanco es sólo la imagen de una buena parte de españoles, a la que se les está presentando a los israelíes como los nuevos monstruos de Oriente Medio. Sus constantes declaraciones son la grotesca consecuencia de la desinformación televisiva.

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