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¿ESTÁ MUERTO EL EURO?

Las profecías de Martin Feldstein

No hay país en parte alguna del mundo que no tenga su propia moneda. Una moneda nacional es tanto un símbolo de soberanía como la clave de la persecución de una política monetaria y presupuestaria independiente (...) Si la EMU entra en vigor, lo que parece cada vez más probable, cambiará el carácter político europeo de tal forma que podría llevar a conflictos en Europa y a enfrentamientos con EEUU” (Martin Feldstein).

“No hay país en parte alguna del mundo que no tenga su propia moneda. Una moneda nacional es tanto un símbolo de soberanía como la clave de la persecución de una política monetaria y presupuestaria independiente (...) Si la EMU entra en vigor, lo que parece cada vez más probable, cambiará el carácter político europeo de tal forma que podría llevar a conflictos en Europa y a enfrentamientos con EEUU” (Martin Feldstein).
Decía Jouvenel, en su clásico Sobre el poder, que toda institución que no representa un interés vivo languidece y muere sin remedio. Dichos intereses pueden ser, o no, legítimos, pero en todo caso lo suficientemente vivos como para que alguien esté dispuesto a defenderlos.
 
Y el euro, ¿está muerto? ¿Tiene los días contados? La verdad es que el empeño de los líderes europeos de ligar su futuro al de la Constitución le ha dado la puntilla "a plazo". Poco ha durado, en verdad, la ilusión que despertó en países como el nuestro. De él se dijo que era una magnífica operación política pero una mala idea económica. No ha sido ni lo uno ni lo otro. Para empezar con la economía, el euro no ha tenido nunca base económica. La prueba es que se forzaron hasta el surrealismo los argumentos en su defensa, cuando cualquier economista imparcial sabía que Europa no era una zona monetaria óptima.
 
Pero los argumentos políticos tampoco eran brillantes, a menos que se ocultara, como se hizo, que era la primera vez en la historia que se emitía la moneda de un Estado que todavía no existía y que, en rigor, nadie sabía cómo iba a ser, dadas las profundas diferencias de conceptos, cuando no la simple confusión intencionada. En suma, se lanzó una moneda al aire, esperando que cuando cayera lo hiciera sobre las manos poderosas de un nuevo Estado europeo ya consolidado.
 
Manifestantes ultraizquierdistas celebrando el NO en el referéndum francés.La funambulesca idea tuvo el apoyo de prestigiosos economistas europeos, pero recibió un frío escepticismo en Norteamérica. El más clarividente fue Martin Feldstein ('EMU and International Conflict'), que anticipó gran parte de lo que estamos viendo. Cómo no, fue tachado de defensor de los intereses imperialistas.
 
La confusa Constitución europea ha tenido una vida realmente efímera, más aún que el euro. Esto acorta dramáticamente el horizonte vital de éste, pues la legitimación que se buscaba se ha evaporado. Todo parece seguir igual, pero no es cierto. Las grietas comienzan a ser visibles: aparte de la depreciación del euro, como decía The Economist recientemente, se está empezando a abrir la brecha entre los bonos públicos de los países más endeudados fiscalmente respecto a los otros.
 
Antes, todos los despropósitos de la UE estaban tapados por una ilusión; ahora, los electores supuestamente más volcados con el proyecto han dicho "se acabó". La debilidad fundamental es haber querido (o dado la impresión de) sustituir los estados nacionales centenarios por una nueva superpotencia (alternativa al poderío de EEUU). Esto es constructivismo, además de chapucero. Un Estado nacional bien asentado, como el francés, tiene un arraigo evidente que se ha despreciado, pero cuyo peso en la conciencia pública ha hecho acto de presencia en este momento, pese a que sus líderes pedían a sus ciudadanos que fueran renunciando a él. (No es el análisis al uso del "no" francés; pero yo creo que si en vez de pedir el refrendo de una Constitución se hubiera presentado el proyecto como un tratado podría haber ganado el "sí").
 
¿Pueden romperse instituciones arraigadas sin consecuencias? La ruptura de instituciones seculares básicas suelen ser llevadas a cabo por gente que no tiene claro lo que vendrá después. Lo que suele venir es un periodo de inestabilidad y conflicto. Este caso no se aparta de esta pauta: nunca se ha dicho claramente en qué acabaría el proceso, aunque se sabía del utopismo desenfrenado de algunos. Lo único que se garantizaba era su imposible marcha atrás: se quemaban las naves arrogantemente, tan seguros estaban...
 
Feldstein predecía, en 1997, los conflictos:
 
"¿Cuáles son las causas de estos conflictos? Al principio habría importantes desacuerdos entre los países miembros de la EMU sobre los objetivos y métodos de la política monetaria. Estos se verían exarcebados cada vez que el ciclo económico llevara a un aumento del desempleo en uno o varios países. Tales desacuerdos económicos podrían contribuir a una desconfianza más generalizada entre las naciones europeas. A medida que se desarrolle la unión política, nuevos conflictos podrían reflejar perspectivas incompatibles respecto a (…)"
 
Es claro que no se equivocó un ápice.
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