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Ignacio Villa

Desactivar las polémicas

Las preguntas fluyen a borbotones ante lo que es un cambio de actitud inequívoco en la actitud del Gobierno de José María Aznar. Estamos ante un claro gesto del presidente del Ejecutivo para recuperar el diálogo social roto unilateralmente por los sindicatos la pasada primavera. En esta situación se plantean, desde luego, varios interrogantes:¿Qué ha pasado para que el Gobierno cambie de opinión ante la llamada reforma del desempleo?. ¿Realmente la huelga general del pasado mes de junio ha hecho más daño del previsto al Ejecutivo?. ¿Es un problema de estrategias o de personas?. ¿En qué medida han influido las encuestas para que el Gobierno dé muestras claras de flexibilidad ante los sindicatos?

Son muchas las cuestiones abiertas, que no se pueden responder de forma escueta. Son varios los factores que se entremezclan, ofreciendo un paisaje muy matizado y con abundante letra pequeña. Para empezar, habrá que decir que el presidente Aznar sigue pensando lo que pensaba en junio. Es decir, la huelga general no tenía justificación y la reforma del desempleo es necesaria para la marcha de la economía española. Lo que ocurre es que, junto a ese planteamiento, las encuestas que el Jefe del Ejecutivo manejaba los primeros días de julio indicaban lo siguiente: los ciudadanos dan mucha importancia a que el Gobierno ofrezca una imagen de diálogo y entendimiento con lo sindicatos. Dicho de otra forma, Aznar tomó nota del mensaje de que el Gobierno del PP necesitaba recobrar el diálogo social para asegurarse en el futuro un generoso respaldo electoral.

Con este toque de atención que llegaba desde las encuestas, el presidente Aznar llama a un peso pesado del PP para reconducir un enfrentamiento con los sindicatos, en el que había quedado sepultado Juan Carlos Aparicio. Nombra ministro de Trabajo a Eduardo Zaplana, con el riesgo siempre pendiente de renovar la mayoría absoluta en la Comunidad Valanciana. Es decir, Zaplana recibe desde el primer momento el encargo de Aznar de recuperar el diálogo social. La cuestión era encontrar el momento adecuado, para que la diseñada maniobra política tuviera toda la efectividad prevista. Y por lo que parece, el Gobierno ha acertado en el calendario, puesto que los sindicatos han respondido con cierta moderación.

Ahora le llega el momento más complicado al ministro de Trabajo. Tiene que negociar con los sindicatos, por lo que tendrá que ceder en algunas cuestiones, aunque al mismo tiempo no deberá desvirtuar los objetivos iniciales de la reforma del desempleo. En todo caso, con este gesto para reconducir el diálogo social el Gobierno de Aznar muestra la clara estrategia política de cerrar frentes abiertos en vísperas electorales. Frentes que pueden deteriorar innecesariamente la imagen del Gobierno. En definitiva, ante las citas de las municipales, autonómicas y generales el Gobierno no quiere polémicas que puedan ser desactivadas. ¡En esas estamos y estaremos en los próximos meses!

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