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José García Domínguez

Al-Andalus

Un reputado moro Jammal se ha dirigido por conducto postal al Rey Juan Carlos con tal de reclamarle la entrega sin condiciones de la soberanía sobre todo el territorio español para los descendientes de aquellas tribus que invadieron Hispania en el año 711

Algo tiene esta España tonti-progre de Zapatero que atrae como la miel a las moscas a un carrusel interminable de sacamantecas posmodelnos, carteristas envueltos en chilabas, benefactores de la humanidad con derecho a pernada, julays solidarios, gurús de todo a cien, vendedores de crecepelo intercultural, robaperas sin fronteras, recuperadores de la memoria histórica por el procedimiento del butrón y demás peritos especializados en el viejo arte de dar palos al erario a calzón quitado.

Así, no hay noticia, por ejemplo, de que se haya demandado el pasaporte austriaco para los herederos de aquel Solimán el Magnífico que no dejó piedra sobre piedra en la Viena del siglo XVI. Igual que tampoco constan amenazas a Grecia por no adoptar a quien acredite que su tatarabuelo invadió Chipre con Selim el Borracho en los tiempos de Lepanto. Y es que por ahí fuera, no suele pasar lo que acabo de leer en el ABC.

A saber, que un reputado moro Jammal se ha dirigido por conducto postal al Rey Juan Carlos con tal de reclamarle la entrega sin condiciones de la soberanía sobre todo el territorio español, o de Al-Andalus que viene siendo exactamente lo mismo, para los descendientes de aquellas tribus de sirios, almohades, almorávides y beréberes que invadieron Hispania en el año 711. Por lo demás, y como medida cautelar, el tal Jammal, que se dice profesor de lo que en Argelia toman por universidad, también le reclama el "retorno" inmediato a la Península de cuantos magrebís deseen asentarse en ella.

Exigencia que, por cierto, vendría a sumarse a la ya mil veces reiterada por cierto Mansur Escudero, a la sazón presidente de las comunidades islámicas en nuestro país, otro baranda que no se cansa de demandar la nacionalidad española para los cinco millones de mahometanos que dicen ser parientes de los moriscos devueltos por Felipe III a las tierras del Profeta durante el siglo XVII.

Por último, el pliego de agravios del airado Jammal concluye con un mandato imperativo e inexcusable: que los españoles pidamos humildemente perdón a los deudos de los invasores africanos que hace 1297 años arrasaron a sangre y fuego en Reino Visigodo de la Península. Y, ahora, vaya usted a explicarle a Jammal, el piadoso siervo de Mahoma, que la Nación española únicamente está en disposición de acoger en su seno a los deudos espirituales de un antepasado: Alexis de Tocqueville, el mismo que sentenció que sólo quien defienda los valores de la Igualdad y la Libertad ha de pretenderse ciudadano.

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