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José García Domínguez

'¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?'

No es peronismo sino berrocalismo. Y en estado puro, además. Suya sea la gloria. Es de justicia.

No es peronismo sino berrocalismo. Y en estado puro, además. Suya sea la gloria. Es de justicia.
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en un acto electoral en San Sebastián del PSE. | EFE

Resultaría menos ridículo ver a Ana Patricia Botín entonando A las barricadas en una junta de accionistas del Santander que contemplar a varios ministros de Sánchez cantando estrofas de La Internacional en la puerta de Ferraz, como aconteció el domingo pasado ante una masita de 12.500 aficionados llegados de todos los rincones del Reino, según cifras oficiales de la Delegación del Gobierno. Ese cúmulo de escenas involuntariamente cómicas a las que nos ha obligado asistir el presidente del Gobierno desde su amago de espantada ful tiene muy pocos precedentes en la historia de Occidente. Al punto de que yo solo soy capaz de recordar otro caso similar en el pasado reciente de Europa.

Me refiero, y el lector ya lo habrá adivinado, al dilema moral que conmocionó a España entera cuando, en la primera edición de Gran Hermano, el concursante Jorge Berrocal, figura todavía hoy icónica entre la población peninsular de una cierta edad, pronunció la legendaria frase "¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?". Berrocal, recuérdese, presentó poco después de la mítica sentencia lapidaria su dimisión irrevocable ante la productora del programa. Fue a causa de la fractura interior que le había provocado la expulsión de la casa, sufragio popular mediante, de María José Galera, su referente personal en el concurso.

Y es que, salvo lo que podríamos llamar el caso Berrocal, nada remotamente parecido figura en los anales. Se dice que Sánchez quiso hacer peronismo. Pero el coronel Juan Domingo Perón sólo emprendió una meditación para dejar el poder cuando 34 aviones de guerra del Ejército argentino comenzaron a bombardear la Casa Rosada y la Plaza de Mayo con el resultado final de 308 muertos y 800 heridos. No parece lo de Pedro. La verdad es que no. Dejemos, pues, de mentar en vano el apellido Perón y reivindiquemos de una vez al genuino pionero y mentor intelectual de los hechos de Abril, Jorge Berrocal. Porque no es peronismo sino berrocalismo. Y en estado puro, además. Suya sea la gloria. Es de justicia.

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