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José García Domínguez

Leedlo, leedlo

la única manera para que finalmente respeten nuestra lengua y nuestra cultura es convertirlas en la lengua y la cultura de un país oficial e independiente

"Llegiu, llegiu" (leed, leed). Como quien me lo exige de forma imperativa es el presidente de la Generalitat de Cataluña, mi presidente, obedezco. Leeré en voz alta para que los visitantes de este artículo no se aburran durante la espera. Agudicen el oído pues, porque empiezo a recitar: “Comprendo también su eufórico europeísmo de parvenu –¡somos europeos y no sudacas!– que les quita la pesadilla de la decadencia y les provee de la ilusión de participar una vez más en un proyecto unitario, moderno y de primera división”.
 
Sé que sólo acabo de iniciar mi trabajo pero deberán excusarme, porque ya tengo la lengua seca. Así que, hasta que vuelva de la cocina con el vaso de agua, disponen ustedes de medio minuto para autoanalizarse y reflexionar sobre su ridícula condición de parvenus. Puesto que el texto que les he comenzado a descifrar se refiere a nosotros, los españoles.
 
Ya estoy aquí de nuevo. Confieso que me falta costumbre de hablar en público, sobre todo ante audiencias tan numerosas y cualificadas como la de Libertad Digital, mas no es el lógico nerviosismo de orador novel lo que ahora me empuja a frotarme las manos compulsivamente ante ustedes. No. Como habrá intuido más de uno, obedezco órdenes de Maragall; se las traduzco, por si alguien no me cree: “Freguémonos las manos esperando las reacciones que este libro va a provocar”. Si han escuchado bien lo que acabo de decir, sabrán ser indulgentes con tan zafia conducta.
 
Bueno, continúo: “Ya que en España hay un respeto reverencial hacia lo que es oficial (es decir, estatal), la única manera para que finalmente respeten nuestra lengua y nuestra cultura es convertirlas en la lengua y la cultura de un país oficial e independiente”. Perdón por esta nueva interrupción, pero esa tos repentina del señor Rodríguez me ha desconcentrado… Si me lo permiten, prosigo: “Nosotros no nos tenemos que enredar con las palabras. ¿Soberanía?: llamadlo como queráis. ¿Método?: poco a poco. ¿Nombre?: cualquiera, aunque fuese Autoridad Catalana (tal como se dice todavía Autoridad Palestina), o quizás invertir el eslogan chino en Hong Kong: Un sistema, dos naciones”.
 
Comprendo, tal como me acaban de gritar algunos visitantes de nuestra web, que lo que acabo de pronunciar pueda parecer cómico a algunos; no obstante, sepan que el señor Montilla, aquí presente, no es de su opinión, y me ruega que prosiga. Con el permiso de todos, lo intentaré. Vamos allá: “Ganar en la lucha es saber absorber la energía del otro. Para pelearse –añadía Hegel– es preciso comenzar por abrazarse”… Como don Francisco Vázquez no deja de hacer ruido moviéndose en su silla, iré concluyendo. Vaya, me he perdido. Discúlpenme una vez más. Ah, sí, aquí está el punto. Leo: “¿Y no es eso, al fin y al cabo, lo que reclaman los zapatistas en Chiapas? Es decir, que sea reconocida su propia organización política con el derecho a intervenir en cualquier legislación federal que afecte a su territorio”.
 
Abusando de su paciencia, concédanme únicamente un segundo más. El president me indica que no calle antes de gritarles muy alto esta frase suya que también aparece en el libro de su amigo: "Independicémonos y entenderán que somos una nación, por fin. Ironía mortífera. Tremendamente efectiva para conseguir lo que yo quiero conseguir y Xavier Rubert ya da por imposible: convencer a España de su miopía"... De nada, señor, para eso estamos.
 
(Los entrecomillados proceden del prólogo de Pasqual Maragall al libro de Xavier Rubert de Ventós Catalunya: de la identitat a la independencia, editorial Empúries, Barcelona, 1999).
 

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