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Larry Elder

Obama, hablemos de raza

Los negros norteamericanos viven en un mundo post-esclavista y post-segregacionista, con una clase media creciente y próspera. Vivimos en un país en donde, en su mayor parte, el trabajo duro, la atención, la habilidad y algo de suerte determinan el éxito.

En su gran discurso de defensa de su pertenencia durante 20 años a una iglesia encabezada por un pastor racista, antisemita, sexista y creyente en conspiraciones, el candidato demócrata Barack Obama afirmó que Estados Unidos necesita una "charla" franca sobre la raza.

¡Por Dios bendito, pero si estamos constantemente hablando de raza! Elija un periódico cualquiera o ponga las noticias y aguarde unos cuantos minutos. Verá cómo acaba apareciendo la raza, normalmente algo sobre cómo se sienten los negros, cómo piensan los negros, cómo blancos y negros ven las cosas de manera diferente, bla, bla, bla.

La súplica de Obama me recordó una de mis "charlas" sobre raza. Ésta es de hace más de 30 años. Allá por mis tiempos de estudiante universitario, yo salía con una joven a la que hoy llamaría "victícrata"

Un día volvió de su clase de sociología. "Hoy debatimos sobre la raza", dijo alegremente, "y vaya si mordieron el polvo". A continuación procedió a contarme cómo atacó "a los blancos" por la esclavitud, la segregación de las leyes de Jim Crow y la "constante opresión de los negros". Cuando le respondí que era injusto condenar a sus compañeros de clase por oprimir a los negros, ella contestó: "Eso también es lo que dijeron ellos, pero nosotros no les dejamos salirse con la suya". Entonces pregunté:

– ¿Qué te hace tanta gracia?
– ¿A qué te refieres?
– A tu sonrisa. Desde luego parece que te lo has pasado bien. Date la vuelta y mírate al espejo.

Ella se dio la vuelta y se miró en el espejo de la pared. Su expresión de alegría la sorprendió incluso a ella.

– Desde luego, te gusta reprimir a los blancos – continué –. ¿Qué es esto, alguna especie de represalia por la esclavitud?

Estuvimos discutiendo hasta la madrugada. Yo veía una América llena de promesas y esperanza, y ella sólo veía barreras con escasas señales de mejoría.

El pastor de Obama, Jeremiah Wright, parece disfrutar también de atacar en público a Estados Unidos, culpar al Estado de las drogas y del sida, y atribuir los ataques islamofascistas del 11 de Septiembre al racismo norteamericano. Wright piensa que en el año 2008 las cosas siguen estando igual de mal para los negros. También lo piensan muchos periodistas que consideraban un "refrescante" llamamiento al diálogo el discurso de Obama para paliar el "abismo" y la "división" entre los negros y los blancos de Estados Unidos.

Pero considere la "charla" sobre raza del antiguo esclavo reconvertido en profesor y escritor Booker T. Washington en su libro Up from Slavery (Surgir de la esclavitud) escrito en 1901, apenas tres décadas y media tras la abolición de la esclavitud:

Solía envidiar al blanco que no tenía obstáculos en su camino para convertirse en congresista, gobernador, obispo o presidente debido al accidente de su nacimiento o de su raza. Solía fantasear con cómo actuaría yo bajo tales circunstancias; cómo empezaría desde abajo y seguiría subiendo hasta alcanzar las cotas más elevadas del éxito.

Confieso que en los últimos años no envidio al blanco como lo envidié entonces. He aprendido que el éxito no se mide tanto por la posición que ha alcanzado uno en la vida como por los obstáculos que ha superado mientras intenta tener éxito. Mirado desde este punto de vista, casi llego a la conclusión de que con frecuencia el nacimiento del negro y la conexión con una raza impopular es una ventaja en lo que respecta a la vida real. Con pocas excepciones, el joven negro tiene que trabajar más duro y tiene que realizar su tarea aún mejor que el blanco para poder garantizarse un reconocimiento. Pero de la difícil e inusual lucha a través de la cual se ve obligado a pasar, obtiene una fuerza y una confianza de las que alguien cuyo camino es comparativamente más fácil por motivo de nacimiento o raza carece.

Desde cualquier punto de vista, preferiría ser lo que soy, un miembro de la raza negra, antes que ser capaz de reclamar la pertenencia a la raza más favorecida de todas. Siempre me ha entristecido escuchar a miembros de cualquier raza reclamar derechos y privilegios, o ciertas distinciones, por el simple motivo de pertenecer a esta o aquella raza, al margen de su propio valor o logros individuales. Las personas así siempre me han entristecido porque soy consciente del hecho de que la simple conexión con aquello que se conoce como raza no impulsará de manera permanente a un individuo a menos que tenga valor individual, y una simple conexión con lo que se califica de raza inferior no mantendrá a un individuo en el hoyo si éste posee méritos individuales e intrínsecos. Cada raza o individuo perseguido debería consolarse con la gran ley humana, que es universal y eterna, de que el mérito, independientemente del color de la piel que se posea, es a largo plazo reconocido y recompensado. Esto que digo aquí no pretende llamar la atención sobre mí mismo como individuo, sino sobre la raza a la que estoy orgulloso de pertenecer.

Los negros norteamericanos viven en un mundo post-esclavista y post-segregacionista, con una clase media creciente y próspera. Vivimos en un país en donde, en su mayor parte, el trabajo duro, la atención, la habilidad y algo de suerte determinan el éxito. ¿Por qué entonces la constante cólera, la negatividad y el reproche en un país al que la mayor parte de la gente, si pudiera, le haría feliz mudarse?

Así pues, que comience la charla.

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