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Pablo Planas

El malentendido catalán

Rajoy, al igual que sus antecesores, pretende comprender Cataluña a través de los nacionalistas.

Rajoy, al igual que sus antecesores, pretende comprender Cataluña a través de los nacionalistas.
David Mudarra.

Sostiene Enric Millo, delegado del Gobierno en Cataluña, que hay reuniones entre representantes de Moncloa y de la Generalidad, contactos privados, citas secretas, encuentros en una tercera fase sobre la hipótesis de un acuerdo que satisfaga tantísimo a los separatistas que renuncien al programa nuclear del "referéndum o referéndum". Por la propia naturaleza de los hechos, Millo no pudo ser más concreto a la par que menos discreto. El Govern lo niega todo y la sección catalana del PP, casi todo. Creen que los ciudadanos se cayeron ayer de un guindo, se chupan el dedo y van con un lirio en la mano. ¿Pues cómo no va a haber contactos? Cataluña es un hervidero de conspiradores, un nido de agentes dobles, enviados especiales, comisionados, comisionistas, mediadores y mamporreros.

Convendría al Gobierno que el bloque separatista se apeara del maximalismo referendario antes de sentarse a repasar con la contraparte las inversiones a fondo perdido, las nuevas oportunidades en infraestructuras para consolidar el sistema 3% y el listado de más competencias (lengua y enseñanza en exclusiva) con las que satisfacer el apetito catalanista. Pero no es el caso. La Generalidad lo quiere todo, lo quiere rápido y con un referéndum, por lo que el Gobierno dialoga y negocia en inferioridad de condiciones, igual que los psicólogos policiales ante el atracador de bancos que toma rehenes y suelta de entrada un "cuidado conmigo que estoy muy loco". Le ofrecen benevolencia si se entrega y el fulano pide dos pizzas, un coche en la puerta y un yate en Marbella.

Rajoy, al igual que sus antecesores, pretende comprender Cataluña a través de los nacionalistas, lo que lleva aparejado la adquisición de apriorismos tales como la supuesta existencia de un conflicto de fondo basado en un teórico desequilibrio fiscal y un no menos teórico hecho diferencial. Con ese fardo en la mesa, el español es un idioma extranjero y Cataluña una nación sojuzgada, oprimida y menospreciada por la grosera, zafia y churretosa España. Enric Millo se jacta de que la operación Diálogo no se limita a la Generalidad, que hay interlocución directa con alcaldes, entidades sociales, intelectuales y empresarios. Ocurre que esos saludables y bienintencionados encuentros parten de la premisa de que el proceso separatista es la reacción a un cúmulo de injusticias y desafueros del Estado contra el concepto Cataluña en vez de un ataque del nacionalismo a la convivencia ciudadana para tapar la corrupción, endosar el mal gobierno y los recortes a Madrit y salvar los muebles del conglomerado caciquil del pujolismo. El malentendido es tan crucial como recurrente. Por lo demás, Junqueras está en contacto permanente con Montoro y Soraya Sáenz de Santamaría se empecina en confundirse con el ambiente.

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