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Pío Moa

Pasionaria

Como tal dirigente, sus dotes más destacadas consistieron –aparte de su excelente voz y facilidad para la oratoria demagógica– en su capacidad de adaptación servil a las más contradictorias piruetas de la política soviética

Tan siniestro como el caso de Che Guevara resulta otro mito típico del siglo XX, la Pasionaria. El libro de Ángel Maestro está en la colección "cara y cruz" de ediciones B, y la cara va escrita por Santiago Carrillo. Vale la pena echar un vistazo a ésta para comprobar cómo la mentira propagandística sigue contaminando la mente de un señor que parece haber olvidado lo poco que aprendió en la transición democrática. De modo similar al Che Guevara, Lenin definió a los partidos comunistas como instrumentos para la guerra civil, lo cual, por lo demás, se desprende de modo natural y forzoso de sus planteamientos: partido de "revolucionarios profesionales" destinado a "encabezar a las masas" para derrocar violentamente las democracias "burguesas" e imponer regímenes tan productivos y libres como el de Castro y Guevara.
 
En contraste con la burda retórica de Carrillo, Ángel Maestro acude a los hechos para trazar un retrato de la Pasionaria mucho más realista. Sobre la personalidad de esta señora es difícil decir algo, porque se identificó a tal punto con su papel que sus mismas memorias no pasan de manchurrón propagandístico, escrito en la lengua de madera oficial, sin el menor interés humano ni otro valor historiográfico que como muestra del efecto destructivo de su ideología sobre el carácter. Algo más nos dice su conducta con su marido, abandonado a las duras condiciones de la vida obrera en la URSS mientras los dirigentes disfrutaban de los privilegios de su rango, y ella misma mantenía relaciones íntimas con Antón, "revelación de la guerra", al menos para ella, y típico señorito comunista. O su insaciable venganza contra el mismo Antón cuando éste prefirió a una amante más joven. O su nefasta influencia sobre los niños españoles llevados a la URSS durante la guerra en una típica operación de propaganda comunista, niños cuya repatriación impidió y cuyas condiciones de vida, a menudo durísimas, no le preocuparon lo más mínimo.
 
Estos rasgos personales tienen, de todas formas, interés menor, y la Pasionaria no pasará a la historia por ellos, sino por su papel en la dirección de aquel partido que tanto pesó en el pasado reciente de España, y muy destacadamente durante la guerra civil. Como tal dirigente, sus dotes más destacadas consistieron –aparte de su excelente voz y facilidad para la oratoria demagógica– en su capacidad de adaptación servil a las más contradictorias piruetas de la política soviética, incluido, por supuesto, el pacto con Hitler. No obstante debe reconocerse que esa adaptabilidad fue la garantía de su supervivencia, y no sólo política, pues cualquier sospecha de insuficiente entusiasmo por los amos del Kremlin supuso durante muchos años la pérdida de la vida. Con lealtad perruna sacrificó la Pasionaria cualquier otro interés o sentimiento, y lo hizo sin exteriorizar el menor remordimiento ni la menor duda.
 
Agente pagada de quien mandara en Moscú y orgullosa de serlo –como todo el PCE y sus dirigentes– e instrumento ciego de su propaganda, Maestro explica también cómo el partido estaba subvencionado y controlado financieramente por la URSS. Se han demostrado ciertas las acusaciones de la derecha sobre el "oro de Moscú" detrás del PCE, que despertaban sonrisas sarcásticas en todo progre "bien informado".
 
Al revés queGuevara, la Pasionaria pertenecía de lleno al género burocrático, y su mito fue forjado íntegramente por la propaganda. Sería muy instructivo recoger los ditirambos en verso y en prosa que le fueron dedicados en España y otros países. Para percibir el grado estrambótico de su mitificación, una anécdota: cuando el maquis iba de capa caída, una consigna comunista fue: "Resistid. Pronto llegará Pasionaria". Al parecer esa promesa reanimaba a los combatientes. Por supuesto, la dirigente comunista no tenía la más remota intención de abandonar su cómoda y privilegiada tranquilidad en "la patria del proletariado".

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